Adiós, amor

Mientras el café entraba deliciosamente por mi garganta, Ángel, un hombre al que no había visto nunca, introducía suavemente y con amor infinito, una pajita en los labios de su mujer Mari José. No temblaba al sostener el vaso en las manos. -Cariño, no temas -le decía-, al principio te parecerá amargo, pero… Y su mujer le miraba y afirmaba con un gesto de agradecimiento y paz. Después el silencio. Ángel cerró los ojos de la mujer que más había querido en su vida. -Ya todo ha terminado, amor. La besó y llamó a la policía.   Son las 8 de la mañana he sentido vergüenza al mirar la TV.  No he podido terminar el café y las dos tostadas que me esperaban en el plato. No sabía qué hacer. Quizás arrodillarme, pero, como si mi cuerpo se quedara rígido, como el de aquella mujer que me había mirado hacía tres segundos, no he podido moverme. Creo, ya no sé, que he llorado, he llorado por ver en directo el amor. Aquel hombre que acababa de conocer, en el momento más difícil de su vida, se había dejado llevar por el corazón. En la portada de un disco de Bob Marley que tengo cerca de mi mesa de trabajo, hay una frase que más de una vez me ha servido: “No sabes lo fuerte que eres hasta que ser fuerte es la única opción que tienes”. Habían pasado muchos años en la eterna duda de la legalidad, pero la legalidad es neutra, fría, ambigua. La legalidad no siempre sabe de amor y ternura. En su memoria, aún quedaban los...