Por favor, no me mandes flores

Cuando me iba a dormir vi una imagen que me quitó el sueño. Mazos de rosas, claveles, tulipanes y lirios se amontonaban y un trabajador -para mí con una crueldad desproporcionada- cortando los ramos con total indiferencia, mientras caían pétalos y tallos en un inmenso montón que iba a la basura. A un lado, dos hombres y una mujer con mascarilla reprimían las lágrimas. Posiblemente eran los que habían cuidado de la belleza y crecimiento de aquellas flores. Eran su vida, pero esa vida -la de las flores- no servía. No podemos comprar flores. Aunque quiera decir te amo con rosas rojas, te deseo la paz con una rosa blanca, te ofrezco mi cariño con una rosada, eres mi amor secreto con una gardenia, seré fiel como un tulipán o inocente como un ramo de margaritas. Todo se ha perdido. Quedan las flores efímeras del almendro y el cerezo que empiezan a perder el color para hacerse fruto. Pienso que seguirá la flor de loto y el nenúfar que aparece de noche y se cierra a la mañana. Nacen en los lagos y los lagos no han desaparecido. Este año se ha llevado las flores de la primavera. He soñado que encima de las toneladas de basura que hemos almacenado donde hemos podido (melones y sandías, fresas, nadie ha podido aprovechar tan deliciosa podredumbre), habían empezado a nacer unas exóticas flores que se cuidaban solas, esperando a que lleguemos y, con su presencia sensual, pedirnos que no echemos más desperdicios, porque ellas sólo nacerán una vez. Me he despertado con una gran paz. Paz porque la playa de Las...