Por si acaso

Por si acaso

He ido de compras a Bilbao. Como una posesa de un pueblo perdido, he adquirido hasta pasta de dientes, cuando la del súper es más barata. Me ha entrado una voluntad de compra, una lujuria tan intensa y descontrolada que hasta me he venido con dos rollos de papel de regalo. Como pueden figurarse, entrar en el metro ha sido una odisea porque, además, estos días me siento insegura y a veces llevo bastón. Felizmente no me he dedicado a rebajas porque me tendría que haber vuelto en taxi. En cada tienda que entraba me pitaba la alarma y, como una pordiosera ladrona, he tenido que depositar mis insustanciales compras, en el mostrador de la caja. El encargado iba y venía con mi bolsa y seguía pitando. Al fin -después de un mal rato- he recordado el gran descubrimiento: ayer me compré un billetero y a la dependienta se le había olvidado quitar la alarma. Con las miradas de todos los clientes, he podido salir con mi dignidad dañada. Por fin en casa, derrengada, veo una revista de moda (también es una de mis compras y la más gorda del kiosko), disfruto envidiosa de playas con palmeras, aguas turquesas transparentes, papagayos y tortugas gigantes. Me quedo imaginando esos sitios que nunca iré este año y vuelvo a la realidad. Pasando de hoja encuentro un anuncio. “Imprescindible en tu bolso” -dice una chica monísima-, y veo un pequeño neceser con una laca y un peine rosa. En la siguiente página hay una mini plancha de pelo divina de color rojo que tiene la particularidad de no necesitar cables y ser...