La primavera, después

Un buen profesor de la universidad, Francisco Gómez Antón, nos contó que encontró en Nueva York una chica joven con un cartel que ponía: Soy ciega y no puedo ver la primavera. He recordado muchas veces esta frase, sin saber que alguna vez la iba a sentir como propia. Para todos nosotros ha llegado la primavera y la podemos ver desde la ventana. Imaginar las flores que en este mes han crecido sin que nadie las riegue. Los que no tienen vistas pueden ver jardines y parques rebosantes de flores. Quizás nunca le hayan interesado las rosas, las peonías o las margaritas, pero sé que al salir de este confinamiento, disfrutarán mirando la belleza y perfección de una camelia y la belleza serena de los lirios. Después de estos días, vamos a ser más buenos. El mundo se ha hecho persona y se vuelca ofreciendo lo que puede. La política no es un corral de gallos, sino un grupo de compañeros unidos para trabajar (las excepciones dan vergüenza). La compatibilidad se ha quedado lejos, con el tú más y los gritos exaltados. Hemos recuperado el silencio, el cariño, la posibilidad de hablar juntos en familia y utilizar el móvil para preocuparnos por nuestros amigos.

El aire se ha llevado la contaminación, Venecia tiene limpios sus canales, las playas no tienen bolsas de plástico ni peladuras de fruta, en los bosque no se encuentran periódicos  arrugados y papel de aluminio de restos de merienda. Los corzos y los bambis  saltan felices entre las rocas sin oír los tiros de los cazadores, hasta los peces nadan indolentes sin ver las cañas que les engañan con un gusano. Los estorninos no tienen miedo de que les espanten y hacen preciosos dibujos en el cielo; me pregunto cómo pueden volar tan rápidos.

Hay quien se cree más importante que su compañero de al lado y demuestra su miseria humana. José María Aznar y su esposa Ana, se han ido a Marbella mientras los consejos eran quedarse en casa. Mas de uno los ha visto paseando. Decía alguien que no recuerdo, que sentirse importante hace a uno pesado, mudo y vanidoso. Para ser hombre de conocimiento se necesita ser liviano y fluido. A los Aznar nunca les ha gustado ser invisibles. Siempre han hecho notar su presencia inoportuna. El hombre no adquiere entidad divina por ocupar un cargo político.

Que quieren que les diga del rey emérito. Balzac afirmaba que “detrás de una gran fortuna hay un delito”. La verdad es que los borbones no nos están dando ejemplo de vida. Juan Carlos repudio a su padre Juan para ser rey de España y  su hijo Felipe -actual rey- ha repudiado también a su padre. La historia se la saben todos y no hace falta incidir en detalles. Estamos todos encerrados y podemos leer una y mil veces las enciclopedias de España. Que curioso, encerrados en el mundo, como en medio de un vendaval; pero por muy larga que sea la tormenta (Kalid Hibrand) el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes. Verdad, pero ahora no sirve; no cambiamos hasta que estamos en una situación límite. Un tiempo extremo donde recordar instantes pasados, es respirar para sobrevivir y no  volvernos locos. Paulo Coelho decía que “cuando todos los días resultan iguales es porque el hombre ha dejado de percibir las cosas buenas que surgen en su vida cada vez que el sol cruza el cielo”. Lo intentamos de veras. Esperamos cosas que antes nos daban igual. El 8 de abril es la primera luna llena del solsticio de verano y, la próxima luna llena llegará en mayo  y se llama luna de las flores. ¿Le parece  interesante?

En estos días algunas personas piensan que los poetas y los escritores llenarán páginas con tanto tiempo sin hacer nada, pero la inspiración es caprichosa y  raramente las musas se presentan en momentos vacíos. Al terminar esta cuarentena nadie querrá leer sobre el coronavirus, aunque los versos sean perfectos y los libros llenos de frases bien estructuradas. Cuando esto pase nuestro deseo será querernos, abrazarnos, besarnos, hablar de nuestras experiencias, reunirnos con amigos, tomar el aperitivo al mediodía, correr por el muelle y bañarnos en el mar, aunque el agua esté fría. Queremos vivir, respirar el aire de la mañana, llenar el parque de niños, navegar en un velero para sentir la brisa en el rostro, tomar el sol con indolencia y dar gracias por volver a tener lo que teníamos y no nos habíamos dado cuenta.

A pesar de lo que he escrito, siempre quedan poetas. Txema Lorente, sigue añorando  la ausencia de Maribel, su esposa que murió de Portugalete esperando poner fin a su vida gritando de dolor. Los que niegan la eutanasia no saben lo que es el amor.

Txema recuerda a su mujer entre poemas que nacen de su corazón con coronavirus o sin coronavirus:

Este abrazo que al abrazar

es brasa de leña ardiente

y antes de que se consuma

llega el abrazo siguiente.

Aroma de esencia pura

que inunda mi corazón

que embriaga mi mente.

Me consume, me seduce

me hace vibrar, me enloquece

me empuja a decir te quiero

y a darte un beso en la frente

une tu cuerpo al mío

y nos uniremos eternamente.

Es fuerza y dulzura el tiempo

su ternura me estremece.

Tiempo, tiempo, tiempo. Napoleón decía que cambiaba su imperio por tiempo. Cuantas veces hemos dicho no tengo tiempo, quiero tiempo, me falta el tiempo. Ahora, el tiempo no existe. Es una goma que se estira largamente y no sabemos cuando se terminará.

Este año la primavera cambia de fecha, la celebraremos después, cuando la cuarentena termine.