La realidad de la imaginación

Hemos oído muchas veces que si deseamos una cosa muy fuerte el mundo entero conspirará para que la consigamos.

Tengo una amiga que desde que estudiábamos en la universidad le desesperaba verme siempre dentro de una nube. “No piensas en los demás, no miras a la gente, tienes que pisar la realidad”. Y me di cuenta de que pisar la realidad no me gustaba porque tenía que escapar continuamente de la realidad para ser feliz. Así me envolví en hadas, música y sueños y vi, como Wagner, uno de mis músicos preferidos, que “la imaginación crea la realidad”.

Ahora que usted lee estas líneas –escritas realmente desde mi corazón, sin hacer literatura- piense en las cosas que pasan alrededor, y parecen mentira. Estamos rodeados de una gran mentira que es verdad. Durante meses hemos visto en primera línea a líderes que se han caído como una fila de fichas de dominó. Parecía imposible que Pedro Sánchez se hundiera por soberbia, y ya ven, va por los pueblos mendigando votos para hacer un partido socialista nuevo. Caricaturas no, por favor, que ya hubo un soñador que lo hizo realidad: Pablo Iglesias.

También hay sueños que se desvanecen en el aire, como globos deshinchados porque no podemos hacerlos realidad. Hay discursos del otro Pablo Iglesias –especialmente de la primera época de Podemos- que aplaudíamos emocionados aunque sabíamos –eso sí lo sabemos- que no se podían hacer realidad porque no tenemos medios económicos para cumplir tantos imposibles. Decía Maeztu que “quizá la obra educativa que más urge en el mundo sea la de convencer a los pueblos de que sus mayores enemigos son los hombres que les prometen imposibles.”

No quiero imposibles. Hoy, en este noviembre precioso que ha llenado el otoño de hojas rojas y doradas, mareas y lunas grandes siento que quiero soñar, quiero volver a desear que la imaginación me lleve cada instante de mi vida, para que se haga realidad.

Hace unos días que Lezo se ha ido. Lezo, un amigo de mis hijos y a quién he visto crecer con ellos desde niño, me ha hecho comprender que la imaginación es capaz de hacer de la muerte la más bella experiencia de la vida. Lezo se hizo un selfi con sus hermanos antes de morir. Despidió a todos, uno a uno, Mikel, Anemiren, Aitxiber, Eneko. Después a los amigos que pudo tener cerca –hasta a una antigua novia-  y a los que no estuvieron con él en sus últimos minutos, les mando recados de ternura. Dijo que quería mucho a Danitxu, a Gabriel, a Jesús… “Os quiero mucho. Me voy feliz de haberos tenido y de haberos podido querer”. Antes, a las 5 de la mañana, fumó un cigarrillo en la terraza con sus hermanos Mikel y Eneko. “Teníamos que haber estado más juntos. Me gusta sentir el cariño ahora, sentir la alegría de tener hermanos a los que quiero, de tener a Caro mi tía madre, que ha mantenido mi vida a su lado. Tengo que dar gracias. He hecho lo que he querido. He sido feliz y me voy con paz. Ya no puedo sufrir más y quiero irme, pero quiero que sepáis que os quiero mucho”.

En esta mañana lluviosa doy gracias a Dios, al que manda en los corazones, porque la paz ha quedado en la casa aunque las lágrimas no puedan de dejar de humedecer los pañuelos. Lezo nos ha dejado a todos la sensación de que morirse no debe de ser tan malo, que morirse es otro estado de la existencia. Lezo murió de la mano de su hermana Anemiren y como ella me dijo: “cuando me soltó la mano me di cuenta de que se la estaba dando a nuestro hermano Koldo que había muerto antes de él”. Koldo se la apretó y se fueron juntos saltando la barandilla de la terraza y se alejaron encima de la ría como dos niños que se encuentran después de unas vacaciones. Koldo guiará a Lezo en el camino de la luz. Quiero que cuando yo me marche vengan a buscarme mis hermanos Jesús y Manu. “Las palabras, escribía con gran acierto el poeta Cortázar, nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma”.

Leemos el periódico, oímos la radio, vemos la TV… las noticias se suceden atropelladas, son raras las que se nos quedan y las recordamos a lo largo del día porque vivimos temas generales donde lo particular parece una anécdota, pero esa anécdota es nuestra anécdota, la que realmente nos interesa.

Hemos oído muchas veces que si deseamos una cosa muy fuerte el mundo entero conspirará para que la consigamos. Es verdad, aunque tardemos. También dicen –y dicen bien- que todo lo que leamos en una novela –hasta lo más fascinante- puede ocurrir. A Julio Verne le debieron considerar loco cuando hablaba de ir a la luna, de submarinos, viajes al centro de la tierra. Y no digamos a Leonardo da Vinci que en el Renacimiento hacía minuciosos dibujos de aviones y carros de combate. Todo ha ocurrido como lo pensaron. No estaban locos, tenían imaginación para soñar. Al final, en nuestra vida pedimos más magia que tecnología. Los grandes investigadores, filósofos, sabios y descubridores estaban envueltos en nubes, pensaban que Dios está en los números, en las matemáticas y trazaban signos, dibujos, maquetas y fórmulas que los demás no veían porque les faltaba la magia.

Menos mal que nos llega la magia de Navidad. Ya es Navidad en los centros comerciales de la Gran Vía. Lucecitas, regalos, lentejuelas y vestidos largos de fiesta, turrón y bombones. Este año vamos a ver brillar a muchas damas preciosas. Melani Trump, la mujer más guapa que ha sido primera dama de Estados Unidos, posará ante abetos y lujo para enseñarnos que la magia existe. La ex modelo eslovena se ha convertido en la más rica del mundo. Posiblemente sea muy feliz. Y ya metidas en estos temas –no rosas porque al fin la Melani no deja de ser mujer del Presidente más poderoso del planeta-, Tamara Falco ha roto la magia de su encantadora y hermosísima madre – también una de las más deseadas del universo- al engordar unos kilos que posiblemente le alejen de los primeros puestos de la prensa rosa. Dice que tiene problemas de tiroides. Todas las que se encuentren en situación parecida –me refiero al engorde- ya tienen una justificación maravillosa: tengo tiroides. Lo curioso es que será verdad. Tan verdad como la bajada espectacular del PSOE que si hubiera elecciones generales ahora perdería un millón y medio de votos. Podemos subiría y el PP tendría 141 escaños. La verdad es que no hay que fiarse de las encuestas. En el escondite de una cabina de votación cualquiera puede decir que dije y no dije, voté a tal y lo hice a cual.

Esta mañana he comprado en el mercado crisantemos blancos. Son preciosos. Los griegos se los dedicaban a Atenea, diosa de la sabiduría. Las flores llegaron de Oriente y desde los tiempos de Confucio era considerada la flor de la vida. En Japón al crisantemo se le comparó con el sol y se convirtió en flor imperial. En 1189  en las espadas del Mikado, como símbolo de inmortalidad, se grabó un crisantemo. Hoy en parte de Así si un amante se presenta con un  crisantemos ante su amada es –o era antes- una declaración de amor. “Más allá de la muerte”. Es la flor de otoño por excelencia. Vivir con flores es volver a vivir mientras las miras.

Ponga un ramo de crisantemos en casa. Envuelva su vida, dentro de sus posibilidades, con toda la imaginación que quepa en su cabeza, recupere las hadas que había guardado creyendo que eran sueños mágicos y a ser feliz. Dicen que tenemos obligación de ser felices.