Simone Veil, la dama de Orleans del siglo XXI

«La vida me ha enseñado que con el tiempo, el progreso vence siempre.»

Eran tan preciosos y claros sus ojos que al mirarlos veías transparencia, fortaleza y sufrimiento. A Simone Veil se le quedó en el rostro un gesto de melancolía hermoso. Ha muerto a los 89 años en el silencio sonoro de las grandes mujeres que van a pasar a la historia por derecho propio. “La belleza –decía- es la armonía entre el azar y el bien”. Sin ser consciente esta frase suya la definía. Hace años vi un retrato suyo que había pintado Sofía Gandarias, esposa de Enrique Barón, me pareció impactante. “Unía su belleza felina y unos ojos azul cielo – contaba Enrique-, un fuerte carácter con unos prontos que temían sus colaboradores”.

A Simone le deben tanto las mujeres francesas y toda Europa que es imposible con unas palabras darle las gracias. Luchó por los derechos de la mujer dando significado a su mensaje. El aborto en Francia lleva su nombre la ley Veil. En 1974, siendo Ministra de Sanidad, se despenalizó la interrupción voluntaria del embarazo. “No podemos seguir cerrando los ojos – defendida intransigente- ante los 300.000 abortos que, cada año, mutilan a las mujeres de este país, que ofenden nuestras leyes y humillan a aquellas que las padecen”. Le llamaron nazi y asesina, pero Simone sabía que la mujer necesitaba ser libre en sus decisiones, la cárcel no podía ser para una mujer por tomar anticonceptivos. “Nunca me imaginé el odio que iba a suscitar”, pero siguió adelante porque “ninguna mujer acude por gusto a un aborto. Basta con escuchar a las mujeres, siempre es una tragedia”. Así con su audacia consiguió la igualdad sexual de la mujer en Francia

*Auschwitz, de dónde no se sale

Nació en Niza dentro de una familia judía que no practicaba los rituales de su raza. Su padre era arquitecto. La Gestapo la detuvo con sus padres y su familia. Simone tenía 16 años y fue una de las muchas Anna Frank que entraron en un campo de concentración viendo morir a su familia.

“Ayer por la tarde, el sol se ha puesto irrevocablemente en un enredo de niebla sucia, de chimeneas, de cables, y esta mañana es invierno –contaba Primo Levi, escritor italiano, judío sefardí y compañero de sufrimiento de Simone. Sabemos qué quiere decir porque estábamos aquí el invierno pasado y los demás lo aprenderán pronto. Quiero decir que, en el curso de estos meses, de octubre a abril, de cada diez de nosotros morirán siete. Quien no se muera sufrirá minuto a minuto, día por día, durante todos los días: desde la mañana antes del alba hasta la distribución del potaje vespertino, deberá tener constantemente los músculos tensos, dar saltos primero sobre un pie y luego sobre el otro, dará palmadas bajo los sobacos para resistir el frío”.

Estamos cansados de ver películas, novelas y documentales sobre el holocausto y, sin embargo, nos sorprende un nuevo grito, un nuevo recuerdo. Simone nunca se explicó porque le indultó Steina, una prostituta polaca, guardiana del campo de concentración. Siempre sostuvo que ser mujer fue su mejor fortuna.

Milagrosamente fue una superviviente, salió sintiendo la angustia y el olor a muerte que había quedado en los hornos de gas donde mataron a su familia. Siempre se preguntó por qué ella. ¿Por qué se salvó? El recuerdo de Primo Levi le llenaba de pesadillas. Fue más consciente que muchos otros de la perversidad del sistema de concentración, concebido para deshumanizar y humillar a los deportados. “Levi no superó nunca por completo el haber sobrevivido. Su vuelta al mundo de los hombres, el rechazo de saber y el olvido con el que chocó le condujeron, porque era exigente frente a él mismo y a los demás, de una angustia insoportable y le llevó al suicidio. Consciente de la vulnerabilidad de la especie humana, entendía con este gesto afirmar por última vez su condición de hombre libre”. Simone, todas las noches hasta la última, se despertaba gritando al recordar los horrores que vivió en aquel infierno donde los hombres eran los demonios.

*Primera mujer Presidente del Parlamente Europeo

Me cuenta Enrique Barón –ex Presidente del Parlamento Europeo que sucedió en el cargo a Simone- que fue Antoine Veil, el compañero de su vida, el que le ayudó a superar el trauma de su vuelta a Francia. “Se casaron tras la Liberación, con 20 y 19 años, una pareja ejemplar hasta el final. Primero formaron una familia clásica, después, cuando ella tras el tercer hijo consiguió que su marido le dejara hacer oposiciones a juez, superando el machismo cultural de la época. Él lo reconocía con gracia soy un macho que se ha cuidado y curado, he cambiado por completo. Por ella, dejó la política activa”. Y Simone fue elegida por sufragio universal como la primera Presidenta del Parlamento Europeo. Luchó por Europa, “una Europa basada en la libertad y la democracia, unida contra la violencia, el totalitarismo y el racismo”. Por su defensa de la causa europeísta recibió en 2005 el Premio Príncipe de Asturias de la Cooperación Internacional.

Pocos saben que compatibilizaba su trabajo político con un voluntariado de noche en un hospital para atender a las primeras víctimas del SIDA. “A pesar de un destino difícil, soy, sigo siendo una optimista. La vida me ha enseñado que con el tiempo, el progreso vence siempre. Es largo, es lento, pero en definitiva, en él confío”.

Después de mucho pensar escribió su vida en primera persona y se la dedicó a sus hijos.

*El número 78651

Simone Veil: Gran Cruz de la Legión de Honor, Caballero de la Orden Nacional del Mérito, Dama comendadora de la Orden del Imperio Británico, European Civil Rights Prize of the Sinti and Roma, Premio Norte-sur, Order of the Three Stars, Doctor honoris causa of the Université libre de Bruxelles, Gran Cruz de la Orden del infante don Enrique. Monismanien Prize, Gonorary doctor of the Hebrew University of Jerusalem, Doctor honoris causa de la Universidad de Edimburgo, Premio Carlomagno, Premio Príncipe de Asturias, Scheiller Prize of Marbach, Graduado honorario de la Universidad de Princeton. Graduado honorario de la universidad de Pensilvania, Graduado honorario de la Universidad de Yale, Doctor honorario por la Universidad Brandeis… Alma máter del Instituto de Estudios Políticos de París.

Es casi imposible reunir todos sus premios y galardones. En el año 2008 entró en la Academia Francesa. Fue la sexta mujer que formaba parte del más alto grado cultural en Francia. Este galardón, según la propia Academia, le convierte en inmortal. Aquel día de su elección pidió que le grabaran en la espada (uno de los símbolos de la institución) tres cosas: el número que le tatuaron en el brazo izquierdo en Auschwitz –el 78651-, el lema de Francia –Libertad, Igualdad y Fraternidad- y el lema de la Unión Europea: Unidad en la diversidad.

Descansa en paz, una Juana de Arco del siglo XXI. El mundo no podrá olvidar a esta nueva doncella de Orleans.