Por Dios y por la Patria, Franco se queda

Me he despertado con un sudor frío alarmante. Los temas funerarios me asustan mucho. Instintivamente me he llevado la mano a la boca y, como en las películas -yo no iba a ser menos-, me he sentado en la cama y he buscado un kleenex para quitarme el sudor que perlaba mi frente. El sueño que me había despertado tan aturdida estaba protagonizado por el Generalísimo Franco. Tanto hablar de su exhumación, me ha descolocado la cabeza. En mi pesadilla, tres hombres -posibles ladrones o fetichistas- vestidos de negro y cubiertos con capuchas y guantes también negros, abrían el mausoleo del Caudillo, levantando los 1500 Kg. de la losa con una especie de palanca enorme. Como expertos ladrones movieron la lápida, rompieron la tapa que cubría el ataúd, pasaron por alto lo acartonado del cadáver, le abrieron la boca y, con un delicado alicate, le sacaron los dientes de oro ubicados al final de la dentadura. Cuatro piezas de oro purísimo. Una vez conseguido el botín, salieron rápidamente y, sin cerrar la losa, desaparecieron con el mismo silencio que habían entrado. ¡Era el oro el causante de tanto revuelo! Contar los sueños, si te acuerdas, puede ser larguísimo. Evito las reliquias y demás historias macabras. Me levanto, pongo la cafetera y, mientras sale el café, enciendo la TV. En la primera imagen, Franco, en la capilla ardiente, recibiendo pleitesía de los españoles que aquel día de su muerte lloraban como Arias Navarro. Esto es totalmente real. Era un reportaje retrospectivo. He cerrado la TV y, ya con la taza en la mano, he encendido la radio. Manolo Escobar, cantaba...

A las cruzadas por la unidad

La manifestación del domingo cambió, a última hora, los slogans contra los catalanes por “Elecciones ya” y “Stop a Sánchez”. Pablo Casado, como un Don Pelayo trasnochado, hablaba a la muchedumbre, con lenguaje heroico: “Hoy empieza la reconquista del corazón que ha dicho basta”. Albert Rivera gritaba que “el tiempo se ha acabado” y Abascal que hay que “echar al okupa Pedro Sánchez de la Moncloa”. Las banderas nacionales desfilaron por Madrid, acompañadas de enseñas de la guardia civil y de los tercios de Flandes. Mientras la delirante marcha pedía la detención de Quin Torra y el adelanto de las elecciones, el presidente del gobierno, a la misma hora, manifestaba en Santander: “El gobierno trabaja para unir a los españoles y no para separarlos”. Creo que estamos al borde de una cruzada. ¿Qué se puede hacer? Si usted puede con Dios hablar… -la canción sigue de música de fondo- pregúntele, de paso por favor, qué haría en este país complicado o tan terriblemente simple. Seguro que le respondería que es la cuestión de siempre: el poder. Nada más que el poder. El Partido Popular quiere el poder y ha decidido que le gusta insultar. Ciudadanos, más sumiso, quiere el poder, Vox quiere el poder sin más zarandajas y ha encontrado la insólita formula de humillar a la mujer. El presidente Pedro Sánchez no quiere, por nada del mundo, bajarse del sillón de mando. Todos gritan a la vez y han decidido que, el problema no es de ellos, ni de su deseo de arrastrarse hasta la Moncloa. No, nada eso, para la derecha el problema son los catalanes. Ellos,...

Y ¿si Franco aparece por el Golfo de Vizcaya?

He meditado profundamente en los avatares que nos regala la historia. Usted sabe, como yo, que Franco era un dictador. Su mentalidad fascista, consiguió contaminar a la corona española. Como él era el dueño del cielo y de la tierra y todo lo creado, decidió que un digno sucesor de su brillante ideología (recuerde a Hitler y Mussolini, para no olvidar su patriotismo) sería un rey. Pero no un rey cualquiera, tenía que ser el rey que él – dueño del país- eligiera. Por orden sucesoria de la corona, el rey –quiero decir en línea directa- era Don Juan de Borbón, pero a Franco no le gustaba ese señor- “demasiado inteligente” pensó-, necesitaba un rey manejable como la plastilina. Y encontró a un chavalito rubito y con sonrisa bobalicona, que podía servir bastante bien a sus deseos. La verdad es que, al dictador, su esposa Sofía le parecía un poco mandona, como su madre, la reina Federica, pero ese tema ya lo arreglaría. Pero… Había más peros. El sucesor legal de la dinastía Borbón era Don Juan, pero -como Franco era Franco y después de él, sólo Dios- se cargó al padre y eligió como su sucesor al hijo. Dicho sea de paso, el hijo, Juan Calos I, tuvo unas enormes tragaderas para suplantar a su padre y, además (siempre hay unos cuantos, además), el padre estuvo obligado a jurar lealtad a su hijo, en una ceremonia que me produce sarpullido en la piel. El nuevo monarca, ejerció de jefe de estado interino, pegado continuamente al generalísimo y vestido como él, para que nadie olvidara su condición militar. Esto...

Siria no está

“En la noche 343 Sherezade empezó a contarle al sultán: … No se podía distinguir nada en las tinieblas, porque la oscuridad había espesado sus sombras sobre la llanura; pero de pronto se hizo un gran resplandor por Oriente, y en la cima de la montaña apareció la luna, iluminando cielo y tierra con un parpadeo de ojos. Y a sus plantas se desplegó un espectáculo que le contuvo la respiración. Estaban viendo una ciudad de ensueño. Era Damasco”. La imaginación crece desde la infancia hasta hacerse una nube que envuelve todos los sueños que nos hacen crecer. Yo quería ir a Damasco. Un camino mágico por donde pasaban las caravanas de la ruta de la seda. Quería pisar el desierto de Palmira y conocer la tierra donde reinó Zenobia con la fuerza de un varón y la voluptuosidad de una hembra erótica. Una mujer que acuñó moneda con su efigie y que fue capturada y llevada a Roma con cadenas de oro. Mi fantasía había crecido con las historias de “La vieja sirena” de José Luis Sampedro. Para mí Siria era Zenobia, Damasco y “Las mil y una noches”. No sabía que existía Bosra. Malula, Crac de los Caballeros, Letakia, Alepo… No sabía que en Ugari se encontró el primer alfabeto del mundo, la primera nota musical y el primer diccionario que data del año 1400 a. C., que aquí nació el cristianismo, que Siria tiene cuatro lugares declarados por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad –Palmira, el antiguo Damasco, Bosra y el antiguo Alepo-, que Siria es el tercer país del mundo productor de aceite de oliva...

El pañuelo de Pavarotti

La verdad, la mentira, la imaginación y la realidad suelen jugar al corro a escondidas. Al fin no sabes dónde empieza el sueño y termina lo que pudo ser. El periodismo es el privilegio que me ha llevado ante los más grandes de la historia con cercanía familiar. Hacía sol. Un detalle importante dada la blancura fría de nuestro paisaje, y ese día de septiembre italiano precioso fui a Pesaro para entrevistar a Luciano Pavarotti. Estaba en un jardín sobre el Adriático a su aire -quiero decir que todo iba manga por hombro- y tumbado en una hamaca de cuerdas –decía que tenía lumbago- con el regazo tapado por una partitura. Preparaba el concierto de los Tres Tenores. Mi falta de idioma se suplió con cierta dignidad: me llamó la atención que sus dientes blancos no eran de verdad. Como allí no oía su portentosa voz, me fijaba –es la miseria humana- en los defectos. Llevaba una camisa roja abierta hasta medio pecho que le hacía parecer un Garibaldi. En la piscina nadaban su mujer Adua –que más tarde la sustituiría por su secretaria-, colecciones de niños saltaban en el agua y un grupo de amigos jugaban a las cartas. Todo aquel jardín bullía de música de fondo, como si el mundo no le perteneciera. Luciano me dijo que pintaba – parecía muy importante para él-, y que en la próxima visita me enseñaría los cuadros. No hubo próxima visita. A pesar de los años que han pasado de aquel día y de su posterior muerte, sigo escuchando Spirto Gentil de “La Favorita”, su obra preferida, como si fuera...