El beso

Hace veinte años, el beso efusivo del presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, hubiera pasado sin pena ni gloria. Las mujeres estábamos poco preparadas para quejarnos. Ahora vamos escalando peldaños por nuestros derechos, aunque –dichosa política– hay partidos que siguen negando estos derechos y, además, aseguran que la violencia de género no existe Es uno de los cuadros más famosos de Gustav Klimt y está como póster en talleres, estudios, habitaciones y portadas de libros. Tener El beso cerca nos emociona y nos llena de romanticismo y ternura. Pero, hay otro beso menos evocador. Pienso -igual usted también-, en la precariedad de la política. En la erótica -una erótica obscena- del poder. Salgo de la lista de articulistas que suman y restan vaticinios presidenciales. Me veo echando mi voto en una absurda urna dónde no va a salir mi posibilidad. Una posibilidad remota y variable como el aire. También votaron -me imagino- Luis Rubiales, presidente de la Real Federación Española de Futbol, y la jugadora Jenni Hermoso, campeona del equipo femenino ganador de la copa del mundo. Igual los votos no fueron distintos. Jenni, una mujer progresista y defensora -con enorme éxito- de la mujer en el deporte, quiso manifestar -y lo ha hecho- el poder de la mujer en todos los campos de la sociedad. Al margen de votaciones, lo ha logrado. Imposible no unirme a la repulsa a nivel mundial de la curiosa felicitación del Sr. Rubiales a la joven deportista. Pensaba escribir de los imposibles pactos, legales e ilegales, para llegar a la Moncloa y, sin embargo, al poner los dedos en el...
Conde de Barcelona

Conde de Barcelona

Pues, verá, a mí el rey me da igual y la reina -con c o con z- lo mismo. Pero, la mala educación me molesta y no saludar con el debido respeto al jefe de estado está mal, aquí y en la luna. No sé qué hubiera pasado en Inglaterra si su majestad recibiera semejantes desplantes. En fin, como decía aquel, allá su conciencia, aunque la dignidad no está reñida con la ideología. A Felipe VI le trataron como a un repartidor de supermercado. Con estas historias cotidianas me he acordado de la magnifica serie The Crown; la vida y milagros de la corte británica nos ha tenido a todos embobados. Creo que la casa real española también daría juego en un culebrón televisivo. Aquí hay de todo, buenos, malos, mediocres y menos mediocres. Desde que Franco convirtió el país en monárquico de nuevo, por su graciosa gana, volvimos a tener coronas, armiños y terciopelos, cenas de gala y numerosos actos con protocolo intocable. Lo de intocable es un decir. Hace años -no tantos- este artículo no podría haberlo escrito porque no se podía opinar sobre sus majestades. El tiempo vuelve al cauce la normalidad y esta corte es, como todas las cortes, un añadido que sobra, pero el conjunto es digno de un gran serial. Don Felipe quiere volver a ser -en realidad lo es- conde de Barcelona, como su abuelo don Juan, el más inteligente de la familia (por ser más espabilado, el generalísimo se lo quitó de en medio sin que le temblara la mano). Así, de pronto nos encontramos con un palacio, unos nobles y...

Otra vez el mediador

El rey de los mediocres puede llegar a ser el dios del universo. Si miramos uno por uno los países que dominan la política, detrás de cada democracia geográfica hay una cara que no dice nada. No es guapo ni feo, triste o alegre, ocurrente o audaz, simplemente, es mediocre. Ponga un mediocre en su vida y llegará lejos. Así hemos conseguido que Europa se tambalee por la falta de cohesión. Al margen de ideologías, íntimas y dignas, creo que la unidad es lo único que nos puede hacer fuertes. La unión hace la fuerza, es un slogan tan antiguo como el hombre y sigue funcionando. Un soldado no gana ninguna batalla solo, por muy digno que sea el objetivo. Tampoco un ejército numeroso sin un buen capitán que dirija a los soldados al combate. Hablo en abstracto, pero cada lector sabrá poner cara a las palabras. Según pasan los años y me veo en el andén del final del trayecto, me doy cuenta de que las personas valientes, inteligentes y únicas, nunca han sido mediocres. Estoy leyendo la vida de Steve Jobs y en cada suceso de sus pocos años hay una idea de superación. Cuando le anunciaron su cáncer y el poco tiempo que le quedaba, Steve se puso a trabajar más fuerte y dedicó a sus colaboradores las palabras más bonitas de su vida, sabiendo que su vida tenía el fin ya escrito. En numerosos artículos y entrevistas de famosos, encontramos esa pregunta de, qué-haría-si-fuera-su-último-día. Las respuestas son tan variopintas como divergentes. Creo que esa cuestión, tan desconcertante y difícil, tendría que hacerse a los políticos...

Ahora no jugar con bombas

Pues, verá, creía que definitivamente la violencia se había ido en el silencio del olvido. Cuando ETA dejó las armas, tomamos champán, reímos, descansamos y fuimos felices. La paz nos rodeó, como una novia, con su tul blanco, y una amplia sonrisa iluminó el cielo y la tierra de Euskadi. En nuestra tierra, el separatismo se vivió – y se vive- puertas a dentro de las casas y de las calles. Siempre fue un sentimiento secreto que los recios vascos no quisieron mezclar con la violencia, no era -ni es- una acción vergonzosa. Cataluña, hermana en mil historias semejantes, ha sorprendido, como una loba perdida en tierra de nadie. Cierto que no veo bien que políticos catalanes estén encarcelados mientras su líder pasea su melena por Europa, viviendo en una especie de castillo napoleónico que suena a derrota. Puigdemont insiste en ser un líder del exilio. Un exiliado vergonzoso, porque si hubiera sido un catalán valiente estaría con sus compañeros en la cárcel. Este es otro cuento. Para los empresarios separatistas “Puigdemont huyó para evitar que le lincharan los suyos por traidor”. Y de pronto, cuando hay una espera anhelante para los encarcelados -una sentencia que dibuja muchos interrogantes- unos insensatos quieren imponer su violencia particular para revindicar -revindicar qué- este preámbulo ingrato de la inocencia de los procesados. No sé lo que vuela dentro de la cabeza de algunos catalanes que se aferran a posturas absurdas, revindicando libertades. El pasado lunes la Audiencia Nacional detuvo, acusados de terrorismo y tenencia de explosivos, a nueve miembros de los Comités de Defensa de la Republica (CDR). Para el presidente de...

Celos del tiempo

Dalí decía que el tiempo es lo más importante que nos queda. La frase la he visto en un libro de arte, debajo del cuadro: La persistencia de la memoria. Mostraba los famosos relojes blandos. Inservibles, como hechos de clara de huevo, los relojes derritiéndose como helados calientes. Para el pintor representaban la memoria, la vida que se acaba. La idea salió de su imaginación ardiente, un día que estaba triste. Un día nostálgico en que miraba el mar al fondo y quiso deshacer el tiempo que se guardaba en la esfera de los relojes. Me pregunto porqué me gustan tanto los relojes. Hay días que los llevo parados y siempre al revés. Quizás para mí el tiempo sea el gran regalo de mi vida y no me interesa contarlo ni retenerlo. En estos días intento imaginar la agenda de Pedro Sánchez. En cada línea debe estar calculado cada minuto de tiempo, como una obligación inevitable de su día a día. No creo que para el presidente interino el tiempo sea oro -¡qué triste!-, su tiempo es obligación sin placer. En pocas semanas, Sánchez ha tenido 14 reuniones con 146 personas representantes sociales y colectivos. Pienso que no recordará las caras, pero a esas personas les dio un minuto, a caso cinco o veinte, de su preciosos tiempo. Minutos sin atención, porque en la sala anterior, esperaba la siguiente visita. Se ha ido de vacaciones, no sé si, en estos días, podrá lograr la magia de “mi espacio”. Una hora de tiempo libre para él solo. *¿Dónde vas? Tengo un amigo ingeniero que se ha jubilado y, de pronto...