A yo

A yo

Los libros de autoayuda nos llenan la cabeza de palabras bonitas que, al fin, quedan en palabras. Tú lo puedes todo. No lo puedes todo. Sé lo que deseas ser. Frase preciosa con difícil continuidad. Has venido al mundo para se feliz. Al mundo le da igual mi felicidad. Vive el hoy y el ahora. Necesito antes un borrador que haga desaparecer el pasado y los problemas que han quedado. Que tú sí sea un sí. Genial aunque en ocasionas te equivocas. Ve dónde el corazón te lleve. Pues el corazón entiende poco a la razón. No te tengas pena, eres la mejor del mundo. Sabes que no es verdad. El futuro lo haces tú. Y ¿el pasado también? Para tener éxito, tu deseo de alcanzarlo, debe ser mayor que el miedo al fracaso. He pensado, a veces, que era valiente, y al dar la vuelta a la esquina me caigo y me llevan a urgencias. No busques los errores, busca un remedio. ¿Lo venden en alguna tienda? No dejes que el miedo se interponga en tu camino. Y, ¿si un ratero, te da un tirón , te roba el bolso y, de paso, te da un empujón contra un contenedor y te rompes la cadera? Siempre parece imposible hasta que se hace. No se imagina la pereza que me ha dado empezar este artículo Haz de cada día una obra maestra. Imposible que alguien considere perfectas estas líneas. Piensa, sueña y atrévete. Mi madre decía que yo estaba todo el día subida en un guindo, es decir en la luna. El mejor momento es ahora. ¡Cuántos ahora tiene...

Pablo, Pablo González

Querido compañero, Pablo: Tu nombre y tu recuerdo ha estado -y está- en el pensamiento de los periodistas vascos. Nos hubiera gustado verte recogiendo el Premio Libertad de Expresión José María Portell. La Asociación y el Colegio de Periodistas Vascos, decidimos que tú eras, si duda el premiado en esta edición 2022. Algunos no sabrán que estás injustamente encarcelado en Polonia. Te arrestaron cuando ibas a escribir tu crónica sobre lo que pasaba en Ucrania. Llevas ocho meses incomunicado y sufriendo continuas humillaciones. Es vergonzoso. Tu mujer, Oihana, fue un soplo de tu presencia y sentimos en sus palabras un rumor de sufrimiento. Fue tu voz en Bilbao el martes, 8 de noviembre. Pablo, lo sabes, elegiste la profesión más bonita del mundo, pero también la más difícil y arriesgada. Oihana me decía que tu hijo pequeño de 7 años, te pregunta: ¿Dónde está papá, en el sitio que está no hay teléfonos? Tú mujer ya no sabe qué inventar para tranquilizar al niño. Los otros dos -mal que bien- con 10 y 15 años pueden entender, sin comprender, algo. Me da miedo -me confesaba- que lleguen estas Navidades y él no esté. Crearé otra historia para que imagine que su padre es un guerrero, el más valiente de “El señor de los anillos”. Los periodistas, como sabes, nos hemos hecho periodistas para contar lo que vemos, el sufrimiento o la alegría de los demás. Difícilmente pensamos que nuestro nombre sea una de las más importantes noticias de los medios de comunicación. Tú, por querer informar, te encontraste en una rocambolesca situación. Oihana me contó que, cuando un periodista...

Hable con una máquina y sonría

-Tiene que introducirse en la pagina web. -Vuelva a la página anterior. Los datos son incorrectos. – Diga su nombre y apellidos. – No le he entendido bien. – Pulse los números de su DNI – El número no es correcto. – Marque el PIN ¿Qué página? ¡Qué Pin! Usted repite despacio, despacísimo, su nombre y apellidos. Vuelve a marcar su DNI. Piensa: ¿me habré equivocado en algún número? Va a su cartera y no, no se ha equivocado. Sigue las instrucciones.  -Su DNI no existe Repite La máquina le dice que no le ha escuchado bien. Repite – Marque su PIN … Desesperado se pregunta qué Pin quiere: el del móvil, el de la Tablet o el del ordenador. Pone todos los que tiene y los que tuvo, por si acaso. Ha pasado media hora. Repite. repite la operación con los mismos resultados. Insulta a la máquina La máquina es una máquina. Pide a gritos una voz humana. Misteriosamente, después de una hora, como un ángel llegado de las nubes, un señor, que es señor y dice ser asesor, le pregunta:” ¿Qué desea?”. Se emociona al escuchar  una voz que le entiende. Seguro que le soluciona su problema. Pero… “Para hacer esa operación debe meterse en la pagina web de…” Le cuelga amablemente y a volver a empezar. Pasa otra hora oyendo la voz amorfa de una especie de señorita-robot. Mira el reloj con insistencia. Desesperado, cierra el ordenador. Llega tarde a la reunión y no ha conseguido que le den la cita necesaria. Siente ganas de estampar el teléfono contra la pared. Mala decisión. Su pronto de...

Cambiar belleza por vulgaridad

Es otoño en Euskadi, una de las más bonitas estaciones. Cuando veo charcos de agua, vuelvo a desear ser niña y, con unas katiuskas de goma, chapotear feliz. La vida son pequeños instantes de felicidad. En casa de mi hija Verónica vamos a celebrar, con una fiesta, la caída de las hojas. Cada invitado tenemos que llevar una hoja. Esta mañana he buscado una bonita, pero todas me parecían viejas, arrugadas. Y en verdad son viejas y arrugadas. Se termina el tiempo. El otoño es el final del año, época de comienzo de proyectos. Octubre es, como enero. Queremos empezar, aunque la voluntad nos falte. Vamos a hacer un plan semanal -pensamos- con Pilates, andar todos los días, estar menos tiempo sentado en el sofá. En vez de TV, oiremos música, cultivaremos un hobby, cuidaremos las plantas, empezaremos el curso con ilusión… En mi agenda interior ya he cerrado la televisión. Anoche -antes de empezar mi plan de reconversión- dormí mal. Pasaba de uno a otro programa, me parecían tristes y vulgares. La oferta era tan pobre que fue mejor abrir Storytel (donde te leen una novela, ensayo o narración histórica), escuchar un concierto, una canción de Rosalía o un tema de Andrea Bocelli. Elegí en Spotify. el Otoño de Vivaldi. Me siento deprimida, para las mentes pensantes, somos una especie de bazofia que hay que alimentar con bazofia. La vulgaridad de los concursos, con palabras y gestos soeces, es desesperante. La programación va perdiendo las riendas de lo correcto. Los políticos -¡cómo no, con lo fácil que es!- se han sumado a ese carro de mal gusto. Recientemente...

La Reina

La monarquía puede ser una opción caduca para usted, querido lector, pero tiene que reconocer que los ingleses nos han dejado a todos apabullados con su perfección protocolaria en el funeral de su reina. Cada invitado estaba en el lugar que le correspondía por realeza y allí vimos al  rey emérito Don Juan Carlos con  su esposa la reina Doña Sofía y al rey Felipe V Doña Letizia. Su majestad, la española, no pudo concluir las honras fúnebres de Isabel II, sin darse cuenta (quizás también necesite lecciones de protocolo) por motivos de agenda, ignorando que una reina casi eterna solo se muere en un siglo. Sin dirigirse la palabra en toda la ceremonia, ocupando la segunda fila en la catedral. Al Sr. Biden, como el invitado a las bodas del evangelio, le pidieron amablemente que se retirase de los primeros puestos porque allí solo estaban los de sangre azul. La política es la política pero el protocolo inglés otra. Aunque el presidente de Estados Unidos, no subió al autobús con el restos de mandatarios mundiales. Él fue en su coche y con su propia escolta. Los americanos no saben mucho de dinastías reinantes y categoría de títulos. A estas alturas no están preparados para una lección de urgencia. Quiero imaginar que se murieron de envidia ante la gran clase inglesa. Ni un paso de manos ni un paso de menos en el cortejo fúnebre. Se despidieron de su reina, todo el servicio, sus caballos y sus perros y su pueblo con rostros profundamente tristes y lagrimas en viejillas y no viejillas que lo más cerca que estuvieron de...