Hable con una máquina y sonría

-Tiene que introducirse en la pagina web. -Vuelva a la página anterior. Los datos son incorrectos. – Diga su nombre y apellidos. – No le he entendido bien. – Pulse los números de su DNI – El número no es correcto. – Marque el PIN ¿Qué página? ¡Qué Pin! Usted repite despacio, despacísimo, su nombre y apellidos. Vuelve a marcar su DNI. Piensa: ¿me habré equivocado en algún número? Va a su cartera y no, no se ha equivocado. Sigue las instrucciones.  -Su DNI no existe Repite La máquina le dice que no le ha escuchado bien. Repite – Marque su PIN … Desesperado se pregunta qué Pin quiere: el del móvil, el de la Tablet o el del ordenador. Pone todos los que tiene y los que tuvo, por si acaso. Ha pasado media hora. Repite. repite la operación con los mismos resultados. Insulta a la máquina La máquina es una máquina. Pide a gritos una voz humana. Misteriosamente, después de una hora, como un ángel llegado de las nubes, un señor, que es señor y dice ser asesor, le pregunta:” ¿Qué desea?”. Se emociona al escuchar  una voz que le entiende. Seguro que le soluciona su problema. Pero… “Para hacer esa operación debe meterse en la pagina web de…” Le cuelga amablemente y a volver a empezar. Pasa otra hora oyendo la voz amorfa de una especie de señorita-robot. Mira el reloj con insistencia. Desesperado, cierra el ordenador. Llega tarde a la reunión y no ha conseguido que le den la cita necesaria. Siente ganas de estampar el teléfono contra la pared. Mala decisión. Su pronto de...

Cambiar belleza por vulgaridad

Es otoño en Euskadi, una de las más bonitas estaciones. Cuando veo charcos de agua, vuelvo a desear ser niña y, con unas katiuskas de goma, chapotear feliz. La vida son pequeños instantes de felicidad. En casa de mi hija Verónica vamos a celebrar, con una fiesta, la caída de las hojas. Cada invitado tenemos que llevar una hoja. Esta mañana he buscado una bonita, pero todas me parecían viejas, arrugadas. Y en verdad son viejas y arrugadas. Se termina el tiempo. El otoño es el final del año, época de comienzo de proyectos. Octubre es, como enero. Queremos empezar, aunque la voluntad nos falte. Vamos a hacer un plan semanal -pensamos- con Pilates, andar todos los días, estar menos tiempo sentado en el sofá. En vez de TV, oiremos música, cultivaremos un hobby, cuidaremos las plantas, empezaremos el curso con ilusión… En mi agenda interior ya he cerrado la televisión. Anoche -antes de empezar mi plan de reconversión- dormí mal. Pasaba de uno a otro programa, me parecían tristes y vulgares. La oferta era tan pobre que fue mejor abrir Storytel (donde te leen una novela, ensayo o narración histórica), escuchar un concierto, una canción de Rosalía o un tema de Andrea Bocelli. Elegí en Spotify. el Otoño de Vivaldi. Me siento deprimida, para las mentes pensantes, somos una especie de bazofia que hay que alimentar con bazofia. La vulgaridad de los concursos, con palabras y gestos soeces, es desesperante. La programación va perdiendo las riendas de lo correcto. Los políticos -¡cómo no, con lo fácil que es!- se han sumado a ese carro de mal gusto. Recientemente...

La Reina

La monarquía puede ser una opción caduca para usted, querido lector, pero tiene que reconocer que los ingleses nos han dejado a todos apabullados con su perfección protocolaria en el funeral de su reina. Cada invitado estaba en el lugar que le correspondía por realeza y allí vimos al  rey emérito Don Juan Carlos con  su esposa la reina Doña Sofía y al rey Felipe V Doña Letizia. Su majestad, la española, no pudo concluir las honras fúnebres de Isabel II, sin darse cuenta (quizás también necesite lecciones de protocolo) por motivos de agenda, ignorando que una reina casi eterna solo se muere en un siglo. Sin dirigirse la palabra en toda la ceremonia, ocupando la segunda fila en la catedral. Al Sr. Biden, como el invitado a las bodas del evangelio, le pidieron amablemente que se retirase de los primeros puestos porque allí solo estaban los de sangre azul. La política es la política pero el protocolo inglés otra. Aunque el presidente de Estados Unidos, no subió al autobús con el restos de mandatarios mundiales. Él fue en su coche y con su propia escolta. Los americanos no saben mucho de dinastías reinantes y categoría de títulos. A estas alturas no están preparados para una lección de urgencia. Quiero imaginar que se murieron de envidia ante la gran clase inglesa. Ni un paso de manos ni un paso de menos en el cortejo fúnebre. Se despidieron de su reina, todo el servicio, sus caballos y sus perros y su pueblo con rostros profundamente tristes y lagrimas en viejillas y no viejillas que lo más cerca que estuvieron de...

Camila y Carlos

Le llamaban el príncipe de las tinieblas porque, como Drácula, salía de noche para reunirse con su amante. Eran dos infieles enamorados que, ya casados, entraban asustados, esta semana, en su nueva casa. Traspasaron las verjas del castillo solos y vestidos de negro. Camila llevaba un colar de perlas y Carlos muchas lágrimas sin derramar. Nadie está preparado para quedarse huérfano. Una multitud con flores los acompañó hasta la puerta. Después el silencio. Su larga historia de amor empezó el 8 de septiembre, cuando la soberana inglesa se fue al más allá y, ellos, se convirtieron en reyes Alrededor de la pareja hubo muchos rumores, tristezas y desacuerdos de estado. Quizás ahora vendría bien la frase del poeta “Quien mas te haga sufrir, también dejará la herida que más tarde se cicatrizará”. Camila, ya no tiene lágrimas; con su matrimonio ha llegado a las nubes. Estas historias de reyes y princesas tienen un amargor de victimismo. Los dos amantes, tuvieron que estar divorciados para poder casarse civilmente. Se conocieron cuando el príncipe tenía 20 años (todo lo sabemos por la serie The Crown), y el amor fue, como en las novelas románticas, instantáneo. Es bonito pensar que su leyenda real fue una casualidad -en un partido de polo-, pero, como las casualidades no existen, aquel día fue muy temprano para el amor, tuvieron que vivir cada uno su propia historia. Camila se ha adaptado a ser una mujer pública y se ha  ganado, paso a paso, a la dinastía más añeja del mundo y al pueblo más desconcertante. Después de tantas malas caras, ahora los dos están coronados como...

El corazón del emperador

Desde niña creí las palabras del principito de Saint Exupèri: “Solo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible para el alma”. Muy romántico pero equivocado. Estos días, he sufrido una de las decepciones mas grandes, fruto de mi ignorancia. El corazón no es rojo sino blanco. He visto, con muy poca devoción y gran minuciosidad, el corazón del emperador de Brasil Pedro I metido en un gran tarro de formol  desde hace 200 años. Como no es un corazón vulgar, está resguardado dentro de  una urna de oro. Estos pormenores los he seguido por TV, con numerosos comentarios peregrinos. Un equipo de Médicos estudió el órgano para saber si estaba en condiciones de efectuar  largo viaje de Portugal a  Brasil, para asistir a los actos conmemorativos de la independencia de Brasil.  El imperial corazón hizo el trayecto en un avión de las Fuerzas Armadas brasileñas, acompañado de tres autoridades y el alcalde de Oporto El corazón no sufrió ningún infarto y llego a la base aérea de Brasileia donde fue recibido, con honores de jefe de estado, por el presidente Bolsonaro y su esposa. Con cara seria, como requería el acto, fue conducido, bajo una fuerte seguridad, hasta el palacio de Itemari. Por el camino, como en nuestro país en tiempos de Franco, muchos niños agitaban banderitas de papel y hasta vi auna mujer brasileña  con  lágrimas  en los ojos, recordando  el cariño de un emperador que nunca conoció. Secretamente -más bien lo sabe todo el país- con este acto Bolsonaro quería ganar votos para las próximas elecciones. Lulla da Silva le supera en miles de...

Gorriones

Pájaros y flores. Cuando queremos descansar la cabeza, intentamos ponerla en blanco por unos minutos,  pensamos en pájaros y flores. Normalmente es una frase hecha, no corresponde a la realidad. Nuestra preocupación -la que sea- sigue martillando la cabeza, pidiendo el protagonismo que le corresponde. Buscar árboles, margaritas y ruiseñores son fantasías que difícilmente se dibujan en nuestro día a día. El deseo de serenidad puede llevarnos a dar un paseo al lado del mar, respirar la brisa y poco a poco, cada tema se ubica ordenadamente. Estamos libres. Nos da igual el ahorro energético, las visitas de Nancy Pelosi, los misteriosos pinchazos anónimos a mujeres que están de fiesta, que el Papa quite poder al Opus Dei y la cantante Bayonce copie una canción en su nuevo disco Energía. Tampoco nos importa el orden o desorden de Feijóo en su partido, que un fluido- procedente del cerdo- pueda terminar con la donación de órganos, un buitre se pasee por Madrid y las gaviotas reinen en la playa de la Concha. Nada logra sorprender. Pero… Después de la dulce caminata, nos sentamos en una terraza a la sombra y pedimos un pincho de tortilla con un vino blanco. Un suspiro, cerramos los ojos y, en ese momento, justo en ese instante en que los pájaros y las flores llenan su cabeza de paz, llegan los gorriones. Un montón de gorriones se abalanzan sobre nuestra tortilla, estirando el pan de pico en pico como una manada de elefantes. Intentamos espantarlos, tarea imposible y, además, se nos han quitado las ganas de comer el pincho de tortilla lleno de pio, pio,...