El equinoccio de septiembre

Volver a escribir es como soltar una caja de canicas de colores. Todas buscan una esquina dónde quedarse quietas. Creo que las letras de mi ordenador también están un poco temblorosas, no saben qué decirme ahora que yo pretendo decir cosas con ellas. Siento que tintinean perezosas, como las estrellas. El día de San Lorenzo fui a La Arboleda para ver la lluvia de estrellas fugaces. Vi seis. Una tan luminosa que llenó de luz la campa donde nos habíamos sentado. Alguien dijo que cuando se ve una estrella fugaz, significa que la estrella se muere. Sentí pena, aunque quedaban muchísimas en el cielo. Pedí seis deseos para mis hijos y mis hermanos, porque no se puede pedir a las estrellas deseos personales. Entonces –quizás por nuestro egoísmo- no se cumplen. Ahora espero que pasen los días para recibir las buenas noticias que me han regalado las Persiades. En septiembre el mundo está equilibrado. El día 23, es el inicio del equinoccio de otoño. En todos los lugares de la tierra, es la única fecha que tiene las mismas horas de día que de noche. En la Edad Media, este comienzo estaba bajo la protección del Arcángel Gabriel. Los griegos creían que Deméter, la madre tierra, comenzaba su época de melancolía porque tenía que volver con su esposo Hades, el invisible, al que no quería, seis meses cada año por haber comido seis granos de granada. Pero después de este tiempo, volvía con guirnaldas de flores y traía la primavera. En el Gobierno de este país de nuestros sustos, cada ministro se ha debido de comer la granada entera...

A la Presidenta de la Comunidad de Madrid: Cristina Cifuentes

A la Presidenta de la Comunidad de Madrid: Cristina Cifuentes Buenos días, señora: Verá, la vida es bastante difícil para los que caminamos a pie. Somos mayoría y trabajamos nuestras horas para poder llegar a una situación más o menos estable –a veces ni siquiera digna-. Para poner una línea más en su curriculum, usted quería un máster de posgrado de Derecho Público del Estado de las Autonomías por la Universidad Rey Juan Carlos. Y como los títulos deben de conseguirse en su posición con más facilidad que el resto de estudiantes que acuden con asiduidad a las clases, usted logro ese máster sin acudir presencialmente a las clases. Según sus declaraciones: “lo había hablado con los profesores dado mi cargo”. Y le dieron su título con la presentación de un trabajo. Hasta aquí, lo que usted ha asegurado. Según el jurado que supuestamente le dio un 7 y medio, las firmas que aparecen en su titulación son falsas y en su casa no aparece –“tengo montones de papeles”- ese trabajo que le daría la digamos “legalidad” de su máster. Pienso -es una opinión mía- que si fuera así de fácil tener un máster, la mitad de los universitarios que terminan su carrera harían los trabajos necesarios para no gastar tiempo y dinero -mucho dinero para su precaria economía- en un máster. Al fin son los padres quienes pagan ese plus académico. Pero eso es otra historia. En este país hay muchos que han tenido la misma suerte que usted. Títulos gratuitos. Lo que no imaginaba que cualquier día en cualquier lugar se podía descubrir lo que hizo, porque...

La urgencia de la actualidad retrasa los originales en los periódicos y en los libros.

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Por el afán de retener el tiempo, el tiempo se nos va y perdemos el instante.

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A veces, un hilo transparente separa la realidad del sueño.

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