por Carmen Torres Ripa | May 30, 2022 | Artículos
Los acontecimientos se comen unos a otros y así crecen. Parece imposible que puedan pasar más cosas, pero siguen pasando, como la lava del volcán de la Palma que vimos impotentes crecer sin poder pararla. La visita del rey emérito nos ha dejado una estela dudosa. Desde el coche miraba a todos con ojos acuosos y le mirábamos con pena. Realmente era un abuelo, disminuido, torpe que, aparentemente, pedía un poco de cariño y volver a ver su tierra. Pero en el fondo de los corazones -biempensantes y mal pensantes- se albergaban las dudas. Siendo tan majo, por qué no agachaba la cabeza en un acto de humildad y nos pedía perdón a todos por sus continuos errores. Los últimos años de su reinado fueron una pesadilla. Mal que bien se nos habían olvidado, pero las efusiones de amor patrio de los gallegos, nos han dejado un poco fuera de lugar. Nuestros interrogantes han quedado en el aire sin cerrar y, quizás, lo único destacable, fue la ternura de ir a ver a su nieto jugar un partido. Él solo en las gradas parecía la oveja perdida del rebaño. Lentamente la normalidad vuelve. Los habituales insultos de los políticos son el murmullo cotidiano. Regresamos, con naturalidad inconsciente, a bordear el abismo. Se han escrito criticas, se han quejado algunos políticos, pero con voz baja, sin destacar alto su desacuerdo con el viaje real. Un escritor con el que disfruté mucho siendo joven, Armando Palacio Valdés, dijo en uno de sus libros: “cuando la noche es tenebrosa, el jinete sabio suelta las riendas y se entrega al instinto del caballo”....