El escándalo de los dos Papas

Dicen que los católicos echan la culpa de todo a Dios y quizás es cierto, pero lo Iglesia no tiene mucho tiempo de pensar en el futuro -más bien le importa poco-, aunque en mi serie favorita, “El joven papa”, Markievich, convertido en Juan Pablo III, dice pensativo: “donde haya fragilidad, allí estará la Iglesia”. ¿Realmente es frágil la Iglesia? No. Es como un muro inamovible que no se torcerá nunca por muy extrañas circunstancias que la rodeen. Los dos grandes pilares que intentan “resquebrajar” estas inexpugnables paredes han sido, y siguen siendo, mas en el siglo XXI, el celibato y la presencia de la mujer dentro de la Iglesia. En el siglo X había muchos sacerdotes y obispos que tenían esposa. La Iglesia Católica hizo obligatorio el celibato sacerdotal en los concilios de Letrán de 1123 y 1139, celebrado en Roma. En aquellos años con esta medida la Iglesia conservó el poder y los ingresos que hubiera perdió, ya que los clérigos casados legaban propiedades de la iglesia a sus hijos. El tiempo cambia las costumbres y el celibato -obligado por la misma Iglesia, que no parece querer ni pretender cambiar- no es un dogma. Para Dios el tiempo es un minuto y debe de resultarle complicado entender a los hombres. ¿Qué opinará Dios de esta privación sexual natural? Una querencia que nada tiene de pecaminosa, pero que ha embadurnado con su obligatoriedad la moral de la Iglesia. Muchos de los grandes pecados y miserias se hubieran evitado si la Iglesia hubiera seguido creciendo con la naturalidad de los amigos de Jesús. Para Dios el tiempo es un...