¡Goool!

Mi tío Adrián era pausado, sereno, hablaba lo justo, con una voz elegante a medio tono. Creo que fue el más sensato de mis tíos. Pero el fútbol le volvía loco. Cambiaba su mesura en locura. Gritaba, chillaba, se mareaba de excitación…Otro hombre. Reñía al arbitro y trataba de inútil a quien fallara un penalti. Un día le dio un amago de infarto en Lasesarre, cuando perdió el Baracaldo. Desde entonces, el médico le prohibió ir al campo y ver los partidos importantes de la liga por televisión. El fútbol cambia el temperamento mas templado de los hombres, también hay muchas mujeres hinchas, pero no tan excitadas. Quizás dominen mejor sus instintos primarios que se desatan en un campo de fútbol. En nuestra tierra, el Athletic es de la familia. La pasión puede ser tan profunda que entra a formar parte de la vida en el embarazo. A mi nieto José Mari, antes de haber nacido, su abuelo le había hecho el carnet de socio del club. En Uruguay, cuando una madre siente que su hijo sale al mundo, grita gol en la sala de partos. Ha conseguido el gol de la vida. Ser de un equipo y sentir con el equipo es la más profunda religión que puede sentir de verdad el corazón humano. Mario Benedetti, cuando estuvo en el exilio en España, confesaba que encontró en el balón el fino hilo al que agarrarse para mantener latiendo su arraigo uruguayo. Ganar o perder puede ocasionar una batalla campal. Un partido de fútbol tiene muchos momentos emocionantes que nos hacen olvidar el cotidiano dolor que nos rodea. Decía...