28 de Junio

41 años no es una fecha redonda y, además, después de tanto tiempo, creo que sólo nos acordamos de que a José Mari Portell le asesinaron hoy, mis hijos y yo. Pero me gusta recordar la fecha, aunque sea con unas líneas. Pienso que quién le mató igual está tomando una cerveza en el sur, en el norte o dónde sea, porque nunca supimos quién fue. Quizás también se haya ido al más allá y, en esas conversaciones donde ninguno podemos asistir, le cuente la razón por la que le disparó tres tiros. Creo que José Mari no entendió, y nosotros tampoco. La vida, lo más bello que tenemos los seres humanos, no se puede robar con la impunidad de un ladrón inconfeso. En esta tierra, tan permisiva, nos hemos acostumbrado a todo. No hay jueces, ni pleitos, ni abogados capaces de descubrir a los asesinos. Eso pasa en las películas americanas (con lo promiscua que es su justicia). Aquí nos callamos, aceptamos, perdonamos, somos unos indefensos sufridores. ETA y el Gal han campeado a sus anchas sin culpas, ni condenas. Hasta el asesino del joven carlista Ricardo Pellejero en Montejurra. El asesino, el hombre de la gabardina -con nombre y apellido-, fue exculpado. Incluso se le consideró al morir víctima del terrorismo y a su mujer, le dieron una medalla por su contribución a la sociedad. Esas historias sólo pasan aquí, en una tierra que de tanto sufrir se ha quedado descoyuntada. Pienso que los recuerdos, a pesar de todo, permanecen. La Asociación de la Prensa y el Colegio de Periodistas de Euskadi creó hace años el Premio...