Gorriones

Pájaros y flores. Cuando queremos descansar la cabeza, intentamos ponerla en blanco por unos minutos,  pensamos en pájaros y flores. Normalmente es una frase hecha, no corresponde a la realidad. Nuestra preocupación -la que sea- sigue martillando la cabeza, pidiendo el protagonismo que le corresponde. Buscar árboles, margaritas y ruiseñores son fantasías que difícilmente se dibujan en nuestro día a día. El deseo de serenidad puede llevarnos a dar un paseo al lado del mar, respirar la brisa y poco a poco, cada tema se ubica ordenadamente. Estamos libres. Nos da igual el ahorro energético, las visitas de Nancy Pelosi, los misteriosos pinchazos anónimos a mujeres que están de fiesta, que el Papa quite poder al Opus Dei y la cantante Bayonce copie una canción en su nuevo disco Energía. Tampoco nos importa el orden o desorden de Feijóo en su partido, que un fluido- procedente del cerdo- pueda terminar con la donación de órganos, un buitre se pasee por Madrid y las gaviotas reinen en la playa de la Concha. Nada logra sorprender. Pero… Después de la dulce caminata, nos sentamos en una terraza a la sombra y pedimos un pincho de tortilla con un vino blanco. Un suspiro, cerramos los ojos y, en ese momento, justo en ese instante en que los pájaros y las flores llenan su cabeza de paz, llegan los gorriones. Un montón de gorriones se abalanzan sobre nuestra tortilla, estirando el pan de pico en pico como una manada de elefantes. Intentamos espantarlos, tarea imposible y, además, se nos han quitado las ganas de comer el pincho de tortilla lleno de pio, pio,...