La primavera, después

Un buen profesor de la universidad, Francisco Gómez Antón, nos contó que encontró en Nueva York una chica joven con un cartel que ponía: Soy ciega y no puedo ver la primavera. He recordado muchas veces esta frase, sin saber que alguna vez la iba a sentir como propia. Para todos nosotros ha llegado la primavera y la podemos ver desde la ventana. Imaginar las flores que en este mes han crecido sin que nadie las riegue. Los que no tienen vistas pueden ver jardines y parques rebosantes de flores. Quizás nunca le hayan interesado las rosas, las peonías o las margaritas, pero sé que al salir de este confinamiento, disfrutarán mirando la belleza y perfección de una camelia y la belleza serena de los lirios. Después de estos días, vamos a ser más buenos. El mundo se ha hecho persona y se vuelca ofreciendo lo que puede. La política no es un corral de gallos, sino un grupo de compañeros unidos para trabajar (las excepciones dan vergüenza). La compatibilidad se ha quedado lejos, con el tú más y los gritos exaltados. Hemos recuperado el silencio, el cariño, la posibilidad de hablar juntos en familia y utilizar el móvil para preocuparnos por nuestros amigos. El aire se ha llevado la contaminación, Venecia tiene limpios sus canales, las playas no tienen bolsas de plástico ni peladuras de fruta, en los bosque no se encuentran periódicos  arrugados y papel de aluminio de restos de merienda. Los corzos y los bambis  saltan felices entre las rocas sin oír los tiros de los cazadores, hasta los peces nadan indolentes sin ver las cañas...