El perdón da paz, gracias

La premonición existe. La noche del jueves, que no podía dormir, me levanté de la cama y tomé una copa de cava y me comí un bombón. Ayer por la mañana, día 20, viernes de abril, al despertarme, me sorprendí de esta reacción extraña, desconcertante. ¿Por qué? ¿Por qué tomar a sorbitos pequeños y a oscuras, mirando la ría, esta bebida en total soledad? No lo sé, pero me sentía bien. Había levantado la copa y brindado no sé por qué ni por quien. No tengo conciencia de ninguna palabra. Quizás en esa profundidad del alma inconsciente, la que anuncia sin saber que algo bueno va a ocurrir, yo presentía que iba a recibir la mejor noticia del día. ETA, por primera vez, me pide perdón a mí por la muerte de mi marido, José María Portell. Me dice que lo siente y he notado esas palabras exclusivamente para mí. Me uno a las 800 personas que han sufrido durante tantos años, como yo; me uno a los asesinados, a los secuestrados, a los que tuvieron que dejar su querida tierra por amenazas. Me alegro por mi padre que recibió un impuesto revolucionario falso de ETA y murió arruinado. Las palabras de perdón son para mí. Cuando escribo son las 8 de la mañana y después del café tendría que abrir otra botella de champán, pero a esta hora no es el momento, me como un bombón. Desde mi corazón he de decir que recuerdo. Recuerdo en presente y con infinito dolor el cuerpo ensangrentado sin vida de mi marido. En su gesto se leía: ¿Por qué? Durante años...