Otra vez el mediador

El rey de los mediocres puede llegar a ser el dios del universo. Si miramos uno por uno los países que dominan la política, detrás de cada democracia geográfica hay una cara que no dice nada. No es guapo ni feo, triste o alegre, ocurrente o audaz, simplemente, es mediocre. Ponga un mediocre en su vida y llegará lejos. Así hemos conseguido que Europa se tambalee por la falta de cohesión. Al margen de ideologías, íntimas y dignas, creo que la unidad es lo único que nos puede hacer fuertes. La unión hace la fuerza, es un slogan tan antiguo como el hombre y sigue funcionando. Un soldado no gana ninguna batalla solo, por muy digno que sea el objetivo. Tampoco un ejército numeroso sin un buen capitán que dirija a los soldados al combate. Hablo en abstracto, pero cada lector sabrá poner cara a las palabras. Según pasan los años y me veo en el andén del final del trayecto, me doy cuenta de que las personas valientes, inteligentes y únicas, nunca han sido mediocres. Estoy leyendo la vida de Steve Jobs y en cada suceso de sus pocos años hay una idea de superación. Cuando le anunciaron su cáncer y el poco tiempo que le quedaba, Steve se puso a trabajar más fuerte y dedicó a sus colaboradores las palabras más bonitas de su vida, sabiendo que su vida tenía el fin ya escrito. En numerosos artículos y entrevistas de famosos, encontramos esa pregunta de, qué-haría-si-fuera-su-último-día. Las respuestas son tan variopintas como divergentes. Creo que esa cuestión, tan desconcertante y difícil, tendría que hacerse a los políticos...

El escándalo de los dos Papas

Dicen que los católicos echan la culpa de todo a Dios y quizás es cierto, pero lo Iglesia no tiene mucho tiempo de pensar en el futuro -más bien le importa poco-, aunque en mi serie favorita, “El joven papa”, Markievich, convertido en Juan Pablo III, dice pensativo: “donde haya fragilidad, allí estará la Iglesia”. ¿Realmente es frágil la Iglesia? No. Es como un muro inamovible que no se torcerá nunca por muy extrañas circunstancias que la rodeen. Los dos grandes pilares que intentan “resquebrajar” estas inexpugnables paredes han sido, y siguen siendo, mas en el siglo XXI, el celibato y la presencia de la mujer dentro de la Iglesia. En el siglo X había muchos sacerdotes y obispos que tenían esposa. La Iglesia Católica hizo obligatorio el celibato sacerdotal en los concilios de Letrán de 1123 y 1139, celebrado en Roma. En aquellos años con esta medida la Iglesia conservó el poder y los ingresos que hubiera perdió, ya que los clérigos casados legaban propiedades de la iglesia a sus hijos. El tiempo cambia las costumbres y el celibato -obligado por la misma Iglesia, que no parece querer ni pretender cambiar- no es un dogma. Para Dios el tiempo es un minuto y debe de resultarle complicado entender a los hombres. ¿Qué opinará Dios de esta privación sexual natural? Una querencia que nada tiene de pecaminosa, pero que ha embadurnado con su obligatoriedad la moral de la Iglesia. Muchos de los grandes pecados y miserias se hubieran evitado si la Iglesia hubiera seguido creciendo con la naturalidad de los amigos de Jesús. Para Dios el tiempo es un...