Elecciones, pájaros y astronautas

Elecciones, pájaros y astronautas

A mi hija Verónica le aterran los pájaros y esta mañana, cuando ha ido a trabajar, se ha encontrado un pájaro esperando el ascensor. Por supuesto se ha metido en casa con el corazón a mil por hora. Ha esperado un rato y, como una exhalación, ha entrado de nuevo en el ascensor cuando no aparecía ninguna sombra sospechosa. El pájaro –que se había colado por alguna ventana de la escalera– había volado. Pero, ¿y si vuelve? –me pregunta angustiada–. Para ella todos los terrores del día se han puesto contra ella. ¿Será una premonición? Le contesto que no, casi más asustada que ella. Pero me he quedado pensando en lo mucho que puede afectar el miedo en todas las decisiones que tomamos. Qué miedo habrán tenido en Madrid cuando cándidamente depositaban su voto en una urna transparente. Lo que temían pasó, pero nadie es culpable de los resultados de miles de votantes asustados. El comienzo del día –aquí o en Madrid– es como una válvula que, si se da un botón equivocado, se puede cambiar el orden establecido. Es tan inofensivo como el sobre que depositaron los madrileños escondidos detrás de su mascarilla. La suma de todos los papelitos ha conseguido que Madrid siga siendo la capital del Estado, no el parecer del resto de habitantes que con la boca abierta miramos sorprendidos los numerosos pájaros que van a encontrar en su puerta. La sorpresa es el ingrediente que siempre nos espera. Un astronauta. Los sustos no cesan; en el paseo he visto de pronto un astronauta. Tenía un traje metálico blanco con apliques negros en los codos,...