A las cruzadas por la unidad

La manifestación del domingo cambió, a última hora, los slogans contra los catalanes por “Elecciones ya” y “Stop a Sánchez”. Pablo Casado, como un Don Pelayo trasnochado, hablaba a la muchedumbre, con lenguaje heroico: “Hoy empieza la reconquista del corazón que ha dicho basta”. Albert Rivera gritaba que “el tiempo se ha acabado” y Abascal que hay que “echar al okupa Pedro Sánchez de la Moncloa”. Las banderas nacionales desfilaron por Madrid, acompañadas de enseñas de la guardia civil y de los tercios de Flandes. Mientras la delirante marcha pedía la detención de Quin Torra y el adelanto de las elecciones, el presidente del gobierno, a la misma hora, manifestaba en Santander: “El gobierno trabaja para unir a los españoles y no para separarlos”.

Creo que estamos al borde de una cruzada.

¿Qué se puede hacer?

Si usted puede con Dios hablar… -la canción sigue de música de fondo- pregúntele, de paso por favor, qué haría en este país complicado o tan terriblemente simple.

Seguro que le respondería que es la cuestión de siempre: el poder. Nada más que el poder. El Partido Popular quiere el poder y ha decidido que le gusta insultar. Ciudadanos, más sumiso, quiere el poder, Vox quiere el poder sin más zarandajas y ha encontrado la insólita formula de humillar a la mujer. El presidente Pedro Sánchez no quiere, por nada del mundo, bajarse del sillón de mando. Todos gritan a la vez y han decidido que, el problema no es de ellos, ni de su deseo de arrastrarse hasta la Moncloa. No, nada eso, para la derecha el problema son los catalanes. Ellos, con su deseo de trocear España, han creado la crisis actual. Por eso se han manifestado.

La verdad es que los catalanes en 2017 apostaron muy fuerte. Sacaron a la gente a la calle y consiguieron un ridículo internacional que no hay nadie que les apoye en el mundo. Ya no tienen el respaldo del dictador, Jordi Pujol, que decía lo que quería, mandaba lo que le daba la gana, defendía el catalanismo y se demostró que era corrupto. Pero, poder, sí tenía.

Nada hay nuevo, el presidente de la Generalitat actual, Quim Torra, que había dicho:” Pertenecer a España es una garantía cierta de vivir con un estrés permanente: reformas, de constituciones, lengua, etc. Los acuerdos de separación Cataluña/España deberán incluir una cláusula de compensación por los miles de horas perdidas indignándonos y manifestándonos, y una indemnización por el deterioro físico de tantos años de fatiga crónica. Sólo por las enfermedades coronarias que evitaremos una vez seamos independientes, ya vale la pena serlo”.

Pues este señor, Torra, entregó al presidente Sánchez, una lista de 21 puntos que llamó “una respuesta democrática por Cataluña”. El punto 1, dice: No se puede gobernar contra Cataluña. El 2: Hay que reconocer y hacer efectivo el derecho de autodeterminación del pueblo de Cataluña. El 3: Es necesaria una mediación internacional que debe facilitar una negociación en igualdad…y así hasta 21. Por eso, nada es nuevo. El Govern lleva tiempo pidiendo un mediador internacional -fundamental para aprobar los presupuestos-. Y Sánchez estuvo tiempo pensando y viajando por el mundo acompañado de su mujer. Disfrutando de su poder temporal, y, pensando, pensando y pensando. Como él -ni usted, ni yo- puede hablar con Dios, y el poder se le ha pegado a la piel como una segunda piel, en ese pensar, se le ocurrió que igual podía encontrar a alguien que no sonara a mediador o negociador, pero que fuese algo parecido porque sus conversaciones con los catalanes iban siendo inútiles. La figura del relator (un nombre tan cinematográfico) le pareció oportuna. El relator -a estas alturas todos ustedes lo saben-, según la Real Academia, es “una persona que en un congreso o asamblea hace relación de los asuntos tratados, así como de las deliberaciones y acuerdos correspondientes”. El relator trabajaría en la mesa de partidos. La portavoz del Govern, Elsa Artadi, pensó que le parecía bien, a Irene Montero, portavoz de Unidos Podemos, siguió pensando que un mediador “no pone en riego la democracia. A Miquel Iceta, también le pareció bien que alguien diese fe de lo que se habla, en una supuesta negociación entre partidos (nunca Gobierno-Generalitat) Pero, para el PP la figura del relator era alta traición que legitimaba las demandas separatistas, para Albert Rivera, un chantaje que ponía la soberanía nacional por encima de los presupuestos… Ante el revuelo, la ministra Calvo manifestó, con cara de susto, que se había roto la negociación. Todo ha sido un mal sueño y veremos qué pasa en este futuro próximo que se sostiene en aguas movedizas.

Y como lo mejor es tapar los problemas a gritos, las banderas españolas se han multiplicado y la derecha con la ultraderecha eligen su propio relator. Esta vez no ha sido un premio nobel que les gusta mucho. Han elegido tres periodistas que parecían algo así como-no-sé-qué-pintamos-aquí. Nunca pasa nada y hay que seguir el guion.

Al final ninguno parece querer que se solucione el problema catalán que ahora se une con el problema de la derecha y la extrema derecha. Tendría que aparecer un superlíder capaz de dar un golpe en la mesa y que rompa la mesa. Mientras, seguirán los discursos balbuceantes improvisados y sin coherencia de fundamento.

Torra es un iluminado y sus 21 puntos, presentados en diciembre a Sánchez, una falta de respeto que, según imagino, le atragantaron el turrón al presidente.

¿Quién apoya a Cataluña en el mundo? Si estuviera detrás, por un decir, Putin o el flequillo blanco de Trump… porque el otro flequillo, lo único que tiene es una casa en Waterloo.

Vox y compañía han pensado (ellos sí que piensan lo que les conviene) que a rio revuelto vamos a sacar de nuevo el aborto a primera fila y como un detente guerrero -aquel escapulario que los soldados llevaban en el pecho que decía: “Detente bala, el Corazón de Jesús está contigo”- vuelven al combate y hacen su publicidad gratis, envueltos en los colores rojo y amarillo. Machaconamente, Santiago Abascal -en sus recientes entrevistas- vuelve a hablar del valor de la vida y hasta que ha bajado la natalidad por el numero de abortos. Las mujeres militantes de Vox aceptan sumisas el documento llamado “100 medidas para una España viva”, que abre así: Supresión de la autonomía catalana, hasta la derrota sin paliativos del golpismo, derogación de la ley de violencia de genero, rechazo al aborto cubierto por la sanidad publica, supresión de organismos feministas… Así hasta 100.

Pertenecer a su gueto también exige la cualificación oportuna. Un ex militante del PC, que pretendía entrar en Vox (así es la vida de contradictoria), ha sido echado de las filas de esta rancia ultraderecha por haber tenido una clínica abortista. Un poco osado, sí fue.

Después de tanto jaleo, estamos igual. Necesitamos un relator, como Superman, por lo menos. A Pedro Sánchez le gusta pensar, viajar, que escriban otros libros por él, pero para él…sencillas simplezas. Caprichos. Al fin, como decía Gregorio Morán el sábado, tenemos “un presidente capaz de todo para llegar a nada”.