El movimiento del Valle de los Caídos ha debido ocasionar un terremoto mundial con claras muestras de milagro –o maldición divina, la lectura es libre-. Franco ha resucitado y con él la santa campaña que andaba perdida entre las brumas gallegas… Franco ha resucitado y, con él, los dictadores del pasado: Trujillo, Pinochet, Noriega, Videla, Somoza… Todos esos nombres que dormían en el pasado, se han levantado de sus tumbas para reencarnarse, con sencillas operaciones de estética, en los nuevos dictadores del siglo XXI. La sangre necesaria para este revivir la están consiguiendo con transfusiones del mismo dios, con minúscula, porque así es la religión: el opio del pueblo. Como en tiempos del Caudillo –se acuerdan bajo palio, con el botafumeiro delante, esparciendo olor a incienso-, todo vuelve. Ahora hay cánticos, bailes, dinero –mucho dinero, tampoco es novedad- y, como siempre, el uso de los sentimientos espirituales, que es lo que de verdad y sirve para mantener el poder a esos nuevos dictadores.
El palacio de Vistalegre de Deportes de Madrid ha llenado recientemente el aforo con una insólita fiesta nacional. Las banderas españolas, ondeando como furiosos blasones, han invadido cada rincón del recinto. Mientras Manolo Escobar canta por los altavoces que Viva España, los asistentes corean el estribillo a grito pelado, desgañitándose en un continuo Viva España, Viva. Seguido por el himno legionario “Soy el novio de la muerte” y “A por ellos”. El nuevo gripo político Vox (del latín voz) ha pillado al gobierno con el paso cambiado. Fueron 10.000 personas las que coreaban a gritos a su presidente, Santiago Abascal. Un líder que se manifiesta públicamente contra el independentismo, el feminismo, el aborto, la homosexualidad, la inmigración, incluso defiende el derecho a tener armas: “Yo mismo –manifestó- llevo siempre una pistola”. Le acompañaban en el estrado, José Ortega Smith, secretario general y letrado del proceso judicial abortado a raíz del referéndum unilateral de la independencia de Cataluña, y José Antonio Ortega Lara, que, como recordarán, había abandonado el PP. Los líderes de este nuevo partido han aparecido en numerosas ocasiones como tertulianos del programa televisivo Intereconomía.
Santiago Abascal, convertido en un nuevo Gladiator, basa su video publicitario en la mansedumbre poética de acariciar las espigas de trigo, pisar las hojas del otoño y subir a cumbres con cielo azul, mientras se escucha música de fondo “No puedo vivir sin ti” de Coque Malla. El cantante ha hecho un comunicado, indignado al escuchar sus canciones cuando él se ha manifestado, en distintas ocasiones, a favor del matrimonio homosexual.
VOX nació en 2014 como un partido que se manifestó directamente contra ETA y con un slogan repetido continuamente: “Ya era hora que alguien dijera lo que queremos todos”.
La inmersión de la nueva formación no parece preocupar al líder del PP, Pablo Casado, que asegura que Vox es una derecha nueva –sin duda muy parecida a su derecha- y lo único que le puede inquietar es que quite votos a su partido el PP.
La iglesia que cuida Brasil
En Brasil la situación es más complicada porque el ultraderechista Javier Bolsonaro ha ganado por goleada gracias al apoyo de los evangelistas de la Iglesia Universal del reino de Dios. El tema es preocupante ya que actualmente la Iglesia Universal del reino de Dios tiene 7 millones de seguidores, 320 obispos y 14.000 pastores y 7.200 templos en Brasil (la Iglesia Católica cuenta con 24.000 sacerdotes para 103 millones de fieles en todo el mundo). Además son dueños de la cadena de TV Record, la más importante del país.
Los seguidores de las sectas religiosas –unos 42,3 millones de fieles- se multiplican en América Latina porque recogen a la población más necesitada y que no tiene ninguna salida económica.
Usan los sentimientos, destacan la mala gestión de la economía que ha pisado lo que habían conseguido, usan la emoción, los cánticos y los bailes. Algunos católicos, incluidos sacerdotes y religiosos, se han unido a sus filas.
El alcalde de Rio de Janeiro es el pastor más rico de Brasil. Su fortuna (su nombre figura en Forbes) está valorada en 570 millones de euros, además tiene una cadena de TV, un yate, una red de templos que ya se está extendiendo por EE.UU. y la venta de un libro que lleva ganados 10 millones de ejemplares contra la Iglesia Católica. Incluso cuenta con un ejército “Los gladiadores del altar” que viste ropa militar y armas.
Llamada de alerta
Manuel Castells (sociólogo, economista y profesor en la Universidad de California en Berkeley) ha escrito una carta abierta a los intelectuales del mundo donde manifiesta su preocupación: “Amigos comprometidos con la democracia: Brasil está en peligro. Y con Brasil el mundo. Porque después de la elección el presidente Donald Trump en Estados Unidos, de la toma del poder por un Gobierno neofascista en Italia y por el ascenso del neonazismo en Europa. Brasil puede elegir presidente a un fascista, misógino, sexista, racista y xenófobo, que ha obtenido el 46% de los votos en la primera vuelta de las elecciones presidenciales (…) un Bolsonaro capaz de decir a una diputada, en público, que “no merece ser violada por él” (…) Simplemente creo que es un caso de defensa de la humanidad, porque si Brasil, el país decisivo de América Latina, cae en manos de ese deleznable y peligroso personaje, y de los poderes fácticos que le apoyan, entre otros los hermanos Koch que juntos forman la tercera fortuna de los Estados Unidos, nos habremos precipitado aún más bajo en la desintegración del orden moral y social del planeta a la que estamos asistiendo”.
La derechización de Europa y la desidia de la iglesia
A partir del 2008 Europa se derechizó. En España muchos progresistas que votaban a la izquierda radical –podríamos citar un buen número de intelectuales-, votaron a Zapatero, centro izquierdo, y después al centro derecha con Rajoy. La izquierda sigue perdiendo las elecciones. La gente de a pie se deja llevar (hay que votar el Brexit, pues a votar, sin saber lo que es de verdad el Brexit y las consecuencias). Un humilde ciudadano no tiene ni idea, un montón de veces, de lo que vota. Los políticos honestos – y los deshonestos también- saben lo que le conviene a la sociedad y la masa va a votar lo que ellos quieren.
La iglesia tiene mucha culpa en todos estos movimientos. Siempre se ha posicionado con la derecha. Las religiones son las que han influido en Brasil. El Papa, según el profesor Ricca de la facultad Valdense de Teología de Roma, cree que “Francisco es un hombre libre que está cambiando el marco tradicional de lo que supone el papado. Sus gestos y sus decisiones son apreciadas por los evangélicos, produce simpatía, pero no es un imán ecuménico”.
¿Cuándo empezó este desastre? Pienso que cuando se empezó a hablar más del cielo que de la tierra, más del mal que del bien. Era una obsesión la oscuridad tenebrosa de las iglesias, el olor a viejo, la desilusión con que los sacerdotes se suben al templo para hablar del infierno o que Dios en su eterna bondad nos obligaba a aceptar la muerte de nuestros seres queridos que ya dejaban de sufrir en su compañía. Nadie nos explicó qué era ese galimatías de palabras que ahora seguimos escuchando en los funerales a los que acudimos para que nos vean los familiares, en los bautizos donde no sabemos qué es eso de convertirse en hijos de Dios, en las comuniones dónde se recibe el cuerpo de Dios mientras los niños piensan en el ordenador que le espera a la salida. En las bodas dónde el único deseo de los novios es que la princesa que está en el altar sea la más guapa del mundo y el banquete el mejor que se recuerde. En todo –presumiblemente está Dios- pero ese Dios lo hemos hecho tan mundano que no podemos encontrarlo en ningún banco de la iglesia. Sin meternos a profundizar en el poder, las riquezas y los bancos vaticanos.
La iglesia se ha olvidado de la pobreza, de la mujer (una continua sacristana) y de que sus ministros (quisiera poner también ministras, pero no hay), hombres de carne y hueso que puedan casarse. La iglesia necesita una renovación. Al fin, el poder divino y el poder humano son los causantes de la corrupción que poco a poco va dejando el mundo con miles de agujeros como un queso gruyere.