Cuando llega Todos los Santos el otoño nos dice ¡buenos días!. Aunque el sol aún no se ha ido, las hojas –que son más constantes– se caen plácidamente para que los árboles descansen en la duermevela del invierno. Quizás por esa imagen, esta mañana he cortado un ficus, pero esta poda no era necesaria y me ha llenado de pena. He puesto la radio y acunada por las repetitivas palabras de los oradores políticos me he quedado dormida. Al despertarme he vuelto a sentir la nostalgia del ficus. Medía más de dos metros de alto y las ramas me estaban envolviendo –pobrecitas con cariño–, lo saqué al balcón y se comió toda la terraza. Tapaba el Puente Colgante y había que hacer sitio para caminar y regar el resto de plantas que no crecían con tanta fuerza y alegría como mi ficus. Y hoy, con la ayuda de mi hijo, lo he cortado con un serrote. Aunque le hemos dado una anestesia para bien morir, me he quedado fatal. Tenía muchos años y no encuentro justificación para semejante tala. Me pesa, pero ya no tiene arreglo. Me imagino que esta desazón que siento es producto de mi inconsciencia. He llorado por una planta. El ficus, nunca, volverá a mi salón.
El problema es que no tengo chimenea para que los troncos ardan heroicamente. El tema de las cenizas parece ser muy importante. Las cenizas de mi ficus las podría haber dejado debajo de otra planta y se terminó parte de mi remordimiento, porque volvería a crecer, pero para las personas católicas la muerte ha cambiado. La Congregación para la Doctrina de la Fe ha manifestado que la cremación sí está permitida pero esparcir las cenizas por el aire o el mar, no. Pienso en mis hermanos que los dejamos en el mar. Cuando miro la ría pienso que lo hicimos con infinita ternura y creo que el agua los recibió con el mismo amor. Mientras los consejos sean consejos serán bien recibidos, aunque no me gustan nada los cementerios. No entiendo la fiesta de los muertos y esa historia de llevar flores una vez al año, pero se ve que a muchos les encanta. En Cádiz, capital del carnaval, la diócesis ha aconsejado que los disfraces para Halloween sean religiosos, de santos, angelitos y vírgenes. Pues verá, por mucha Iglesia que pida semejante tontería es absurda. Me imagino que los gaditanos no aceptarán esta sugerencia tan fuera de lugar en una fiesta “pagana”.
El ficus me ha hecho pensar en el día de difuntos, coincidiendo con la fecha, Don Juan Tenorio y Doña Inés se pasean por los teatros. Es una tradición que tiene encanto. El más allá y el más acá se unen con naturalidad. La obra de Zorrilla la vi por primera vez con mi abuela, en el Teatro Baracaldo. Me encantó, la protagonista tenía un hábito precioso y el Tenorio, un traje de terciopelo rojo. Creo que no entendí gran cosa, al menos lo que los expertos dirían a fondo. Salí feliz, deseando ser religiosa y ponerme una toca tan favorecedora para que un conquistador con perilla me secuestrara del convento. “Don Juan yo lo imploro/ de tu hidalga compasión/ o arráncame el corazón,/ o ámame, porque te adoro.”
Estoy divagando a otros terrenos muy alejados de la desaparición de mi ficus. De la vida del ficus he llegado a la vida humana. Puedo tener otro ficus pero nunca mi ficus. ¡Es una planta! Cierto, pero me ha hecho sufrir. ¿Ustedes pueden imaginarse lo que supone disparar conscientemente a un hombre de bien?
Hay muchos asesinatos que vamos admitiendo con normalidad. Cuando me he secado las lágrimas de remordimiento por la pérdida del ficus, he escuchado las noticias y he visto que firmas de moda internacionales de nombres muy conocidos –siempre lo hemos sabido–, están contratando a menores de edad. Les pagan un euro por doce horas cada día. Eso sí que es un asesinato a la justicia.
La siguiente noticia es una sangrienta pelea de niños delante de sus compañeros que les jaleaban: vete a por él, más fuerte. Los teléfonos móviles de los asistentes inmortalizaban el momento. Un asesinato de sensibilidad para las redes sociales. Así son los valientes que vienen. Como en Pakistán que han matado a 62 soldados en una academia militar. Seguido, una guerra. No sé si es en Siria o en Yemen, ya hemos perdido la dirección de los tiros. Por algo tan absurdo como una patria o un dios cruel se ven a jóvenes matándose unos a otros. Me pregunto si, después de una ráfaga de metralleta –un montón de muertos anónimos–, el que apretó el gatillo puede dormir tranquilo. Aunque eso de dormir tranquilo debe de ser normal. Patrick Nogueira –la tercera noticia– después de asesinar en Pioz, a sus tíos y sus dos primos, confiesa con toda naturalidad que tenía unas ganas irrefutables de asesinar a su familia. Después de matarlos se duchó y se metió en la cama tan tranquilo con los cadáveres a su vera.
Con el corazón encogido se van sucediendo noticias.
En Santa Oleja de la Rivera un pueblo leonés, una pareja de asesinos han recibido clases particulares para matar. ¿Cómo fue el suceso? Muy premeditado y estudiado. Siguieron las instrucciones aprendidas para cometer el crimen: uno apretó el gatillo, un detective asesoró las coartadas, otro fabricó pruebas falsas, otros dos facilitaron el arma y Mirian y Julio mataron a Roberto. El motivo es sencillo. Querían tener vía libre en su relación sentimental. Sobraba el esposo, Roberto, un ex boxeador. Al pobre, su fuerza no le sirvió de nada.
Hay crímenes menos visibles. Los que pertenecen a las ideas. Estar seguro de lo que se cree, saber con claridad lo que hay que hacer, ser consecuente con la ley que rige el consciente y el inconsciente de cada yo interior, y traicionarlo a sabiendas de que hacemos lo que no debemos es el asesinato diario de la vida cotidiana. Decir sí, cuando queremos decir no, es uno de los defectos más comunes en nuestra vida. Cada día, hay una negación o afirmación equivocada. Es más fácil dejarse llevar por lo que se espera de nosotros, cuando no siempre hay que esperar.
Por ejemplo, en política. Todo lo que se ha dicho del presidente en funciones –¡ya se han dicho cosas!– es agua pasada. Los que van a votar a su favor, no quieren ver. Esa ceguera momentánea es la que va a reportar la victoria al PP. Son pequeños asesinatos de la verdad que aparentemente a nadie (¿?) daña. El PSOE ha guardado provisionalmente sus principios para decir un sí que le araña dolorosamente el alma y destruye sus fundamentos. Es un sí con condiciones, pero ese sí traiciona a una gran parte de militantes que nunca han creído que ese sí sea de verdad un sí por el bien del país (¿?) Vivir en el País Vasco da una cierta perspectiva, quizás más selectivos a la hora de decidir, el PSOE de Euskadi no ha dicho sí. Su conciencia ha actuado con la serenidad de votar lo que creía. Este día de difuntos será mortal para muchas conciencias.