Y ahora vamos a hacer el Instituto de la Memoria. ¿Para quién y para qué? Me pregunto que se quiere tapar esta vez. Posiblemente el gobierno y un montón de partidos más pretenden tapar las omisiones que en este momento tienen con algunas victimas del terrorismo. ¿Saben ustedes que hay un deuda pendiente que ya no sé si sé si fue proyecto de ley, ley, orden ministerial o qué historia, que quedó para cumplirse en un plazo primero de un mes, luego de seis meses, posteriormente de seis meses más y así eternamente?. Mientras el tiempo pasa y los afectados siguen esperando con tristeza que se cumplan unas promesas que les equiparaban a los afectados del accidente del Metro que tuvieron unas compensaciones millonarias. ¡Qué feo es hablar de dinero! Pero más feo es inventarse una necesidad innecesaria.
¿Qué les importa a las víctimas una casa de la memoria? A mi, desde luego, nada. Es una disculpa para demorar tiempos y obligaciones, una disculpa para crear nuevos investigadores del terrorismo que no investigan nada y sí cobran espantosas minutas por asesorar a las mentes pensantes –me imagino que será a los políticos vascos- sobre cómo actuar ante la violencia. ¡Dios mío, qué insensatez! Y esto va a una ponencia para aprobar que se lleve a cabo esta memoria. Pienso que las victimas no ocuparán ninguno de esos nuevos puestos pensantes. La nueva memoria es una nueva tapadera del gobernó para justificar su ineficacia.
Recuerdo hace muchos años, cuando estuve en Israel, y visité Yad Vashem. Salí llorando de aquel conjunto monumental en recuerdo de los seis millones de judíos, victimas del holocausto nazi. Uno de los edificios estaba dedicado a los niños. Miles de velas iluminadas que recordaban continuamente los nombres de los niños asesinados en los campos de concentración. Las Pienso que también han cambiado las formas para los judíos. Ahora tendrían que hacer un rascacielos con hachotes de fuego para contar los nombres de todos los muertos por las nuevas confrontaciones contra los palestinos. También los americanos construyen sus particulares casa de memorias mientras entran sin control en países que ni les va ni les viene –es un decir porque tiene petróleo- y los muertos se cuentan por miles de miles. Pero hablan de paz, del derecho a las armas de destrucción masiva –viene a mi memoria las palabras de Aznar- de derechos humanos, de condena a la tortura y de más zarandajas. No, amigos míos. Todo es mentira. La tortura existe aquí en nuestro país, entre los demócratas americanos y los chiitas fundamentalistas, dentro de los regímenes comunistas y en las edulcoradas campiñas irlandesas. Vivimos dentro de una coloreada acuarela de mentira. Las fuerzas del orden del mundo entero llevan porras, pistolas, utilizan carros de combate y fusiles autodirigibles. Más aún ahora se ha inventado un avión – se llama droner- que es conducido por ordenador y sin pilotos. Este fantástico dirigible a distancia puede matar a las personas sin ver las caras. Así no pasa nada, no hay remordimiento de conciencia, nadie ve los ojos del inocente y el culpable no tiene conciencia de su culpabilidad porque está detrás de una pantalla y juega como en un Nintendo, pero de verdad. Es Dios, sin ser Dios, invisible sin ser invisible y capaz de mandarnos al otro barrio a cualquiera que le molesta. Así es el progreso. Sin memoria, sin alma y falso, como la Gioconda.