Había una profesora de inglés en la universidad que decía, con toda la seriedad del mundo, que ella nunca compraba el periódico porque siempre había las mismas noticias. Políticos que decían lo mismo en un país y otro, atentado terrorista en, muertos en accidente por consumir alcohol en, una mujer muere por violencia de género en, la temperatura ha alcanzado bajo cero en, se ha detectado un nuevo caso de corrupción en, detienen a una banda que robaba en pisos en, se ha incautado el mayor alijo de drogas en, un yihadista iba perpetrar un atentado en, se casa el más rico empresario en, un matrimonio hallado muerto en.Tristemente es verdad. En el periódico leo lo mismo, los protagonistas de siempre como siempre, jugando al veo veo con el independentismo catalán, los presos de lujo que entran en la cárcel, la última burrada de Donald Trump, nuevos imputados en el caso de Bankia, el PP se niega a declarar sobre su corrupción y, también, como siempre, nos llevamos la mano a la cabeza. Pero mañana pasará lo mismo. Cada día nos repetimos irremediablemente.
Ya ven, creo que esta historia la he contado en otro artículo. Otra repetición. ¡Cuántas veces relatamos la misma batallita a los hijos y a los nietos! “Igual os lo he contado, pues una vez que yo iba…”
Hay que tomar decisiones sensatas para no seguir con este repetitivo cuento de siglas iguales que dicen lo mismo el PP, Ciudadanos, el PSOE… Me muestro feliz seguidor de Einstein. Aseguraba que “cuando era joven descubrió que el dedo gordo siempre acababa haciendo un agujero en el calcetín. Así que dejé de ponerme calcetines”. Ni para ir a la Casa Blanca con Roosevelt se puso esta prenda que, aunque nos la coman los zapatos, nunca se nos ocurriría descartarla de nuestro atuendo. Sin embargo, Einstein vio que resultaba una gran idea, para no repetir siempre el molesto agujero. Era un hombre consecuente. “Locura –decía- es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”.
Sin ser Einstein he pensado muchas que nada cambia. La guerra no se termina si se siguen lanzando bombas. Es imposible encontrar un campo verde después de ametrallar la ciudad. Un estudiante no aprobará si no estudia y, al día siguiente, le suspenderán.
Pues lo que les digo. Es imposible cambiar si hacemos todo igual un día y al siguiente. El resultado será el mismo. Si Trump sigue mandando en Estados Unidos, cada día veremos alguna historia desquiciante. Si no se le echa del sillón presidencial todo seguirá igual. Será una continua repetición de despropósitos. Si usted está gordo mañana seguirá gordo si no cambia: anda, haz deporte y ,por supuesto, ¡come menos! Hay situaciones que desazonan en este repetir. Personas mal educadas que no terminan de escuchar lo que cuentas para decir que a ella le pasó lo mismo. Y te callas y empieza a detallarte con pelos y señales la batallita suya, mientras tú te comes los hígados intentando poner una cara digna y no pisarle el pie de rabia.
Los niños piden que les cuentes el mismo cuento todas las noches. Y, como se lo saben de memoria, se enfadan si te equivocas del color de la piel del oso que vivía en el bosque.
Sin embargo, hay repeticiones que emocionan. Puedes oir mil veces Ne me quitte pas por que es Ne me quitte pas, una joya Jacques Brel, o Take this waltz de Leonard Cohen o Carmina Burana. Repeticiones por placer que entran en nuestra carpeta de momentos felices. Cuantas veces escucha la misma sinfonía, la misma canción, la misma samba. Gernika es una de mis favoritas repeticiones. “El final – decía el Maestro- es un canto a la paz y la reconciliación”. Recuerdo la voz del Maestro Escudero, escucho la cadencia de sus palabras; como si la composición musical, fuera un cuento, el tema de una novela o la exposición de una película. Cada movimiento tenía un significado y sentía que cada vez, en esa repetición, encontraba nuevos matices. Los bombardeos, el miedo, los gritos de terror..
”El concierto –me explicaba- se puede repetir una y otra vez y notas como los instrumentos juegan al corro gritando en su personalidad, en su unidad, pero la orquesta suena perfecta cuando los instrumentos conciertan todos a la vez.
En el día a día nos falta un idealista, un aventurero. Necesitamos un director de orquesta seguro que consiga concertar el mundo. Un iluminado que pare esta locura. Los políticos hablan y hablan y -nosotros también- pero tenemos que concertar. Sin concertar es imposible el cambio. Todo seguirá igual hoy y previsiblemente igual que mañana.
El inconformismo es una especie de karma pegado a la piel. Esta mañana he cogido en el aire una conversación entre dos mujeres. Una de ellas se abanicaba con la mano y le decía a la otra:”
– ¡Qué calor! “Esto no hay quien lo aguante. Tengo unas ganas terribles de que llueva”.
Creo que hasta el sol de este principio de primavera se ha enfadado por el comentario ¡con lo feliz que estaba dándonos sus rayos cálidos en este travieso abril!
Me he olvidado de tan sinsustancia comentario para ver el periódico con un café en la mano. Lo mismo. Igual que ayer.
Susanita, la que quiere ser secretaria del PSOE, se desgañita diciendo que aspira a conseguir un partido fuerte, unido y mil historias iguales de siempre. Lo preocupante es que se lleva un montón de páginas, y programas de radio y televisión, contado su vida y milagros, desde que nació con una rosa de flamenca y siendo socialista en el seno materno. Da la sensación de haber ganado las elecciones. Hace unos días, en primera fila, los grandes líderes socialista –algunos ni se hablan entre ellos- parecían haberse unido majestuosamente para que gane esta señora que grita tanto. La verdad es que no pensaba hablar de los tres mosqueteros, pero si menciono a uno es falta de respeto no decir nada del otro. Mientras, en no sé qué pueblo, Pedro Sánchez repetía lo mismo con distintas palabra. Además, como ya tuvimos la ocasión de verle en directo, es orgulloso y quiere mandar por encima de todo, pisando los principios de honradez. Nunca ha aceptado el fracaso, dicen que es muy soberbio. Y finalmente, Patxi López –el aparentemente más sensato y coherente- manifiesta igualmente que quiere liderar el partido –más de lo mismo- pero con un discurso pausado y coherente.
Sigo pensando que están todos locos discutiendo hasta quedarse roncos en mítines y congresos, como si acabaran de ganar las elecciones generales. Rajoy, con su sonrisa ladeada y las gafas en la nariz bebe albariño, come pulpo, baila la muñeira y hace footing por su tierra.
Estoy cansada de ver puños en alto, besos y abrazos efusivos. Atascos como si fueran a llevar en andas a la Virgen del Rocío. Se dejan babear por un bebé, para que le saquen la foto en brazos, imprescindible para que el chiquillo pase el año feliz. Qué modo de martirizar el público fiel. Se sacrifican, casi siempre en fin de semana- exclusivamente para meter ruido y para aplaudir más. Y todos, como muestras de cariño desbordado, se dan palmadas en la espalda y efusivos achuches, como si no los conocieran de siempre.
Estos días son un suplicio.