Las cavilaciones de Pedro Sánchez el viernes

Sí, no, sí, no, sí, no. Terminó de deshojar una margarita y comenzó otra. De nuevo sí, no, sí, no. Cogió una tercera y otra y otra.  Al final, el prado donde estaba sentado -su escaño del Congreso- se había quedado lleno de menudos pétalos blancos y pompones amarillos rotos, como mimosas desperdigadas fuera de estación. Ya no recordaba por qué pétalo había empezado. Cerró los ojos y se levantó. Nada. Nada había servido para solucionar el problema -¿realmente había querido solucionarlo?-. Sonrió al entrar en el coche. “Exploraré otras situaciones”- se dijo. Tenía claro, clarísimo, que quería ser presidente, quería ser el gran girasol que, aunque tenga que girar a un lado y a otro, es la margarita más grande que existe. Una pena, amarilla. El color amarillo le había quitado más de una noche de sueño. En el duermevela, ese estado en que no se está ni dormido ni despierto, había pensado que quizás, más adelante, podría convocar elecciones catalanas. La verdad es que no sabía cuándo. Le pasó igual que con la margarita.

Mientras el coche iba por la Carrera de San Jerónimo, recapacitó. Cada día la vida seguía dándole una sorpresa nueva.

Pablo Iglesias no aceptó ninguna de sus propuestas, igual que con su historia de la margarita, no terminó de decidirse. Quería más, mucho más. “Pero nosotros -meditaba el presidente en funciones- intentamos en serio un gobierno de coalición y Unidas Podemos lo cerró. No nos queda vía en esa negociación”.

Pablo Iglesias se había equivocado. Ni con fiebre alta hubiera imaginado hace cinco años haber dudado ante una situación semejante. Los ministerios que le ofrecía – no tan mediocres como creía el líder de Podemos- le hubieran servido en cuatro años para haber demostrado que él podía -si realmente podía- y aspirar a más. La política es un mundo de posibilidades donde van y vienen los nombres, porque los puestos no son fijos.

La izquierda soñaba que, por primera vez, iba a estar en soledad  en el poder. Pero los militantes de Podemos, tan intelectuales y preparados, habían perdido la oportunidad de aceptar la oferta y “demostrar que eran imprescindibles”. Ingenuos.

Septiembre suele ser un mes para los suspendidos.

*El regalo del presidente en funciones

Dicen que Sánchez va  regalar a cada partido un molinillo de café para que, durante el verano, metan granos y, si consiguen que los más grandes se queden sin moler -enteros y sin hacerse polvo-, quizás se pudiera volver a hablar con esos posibles candidatos que se han negado a ir al tostadero. Una pena -¿?- que, el engranaje del molinillo particular del candidato, se haya anquilosado, porque por una milésima de segundo estuvieron a punto de molerse unidos.

Ahora todo cambia. Pedro Sánchez tendrá que hacer una nueva selección de calidad -no todos los cafés son puros (claro que tampoco los que estaban a punto de ser molidos lo eran), para hacer un gran pacto de Estado. ¿Será posible?  Tendrá que tomar muchas pastillas de dormir. La derecha – se veía en las caras- está encantada, aplaudiendo con las orejas. Los tres caballeros vuelven al candelero.  Vox, unido con Ciudadanos y PP, anuncia un sabor insoportable.

 Al amanecer del domingo he oído un murmullo de fantasmas que murmuraban “devuélveme mi voto”, “devuélveme mi voto”. Era la santa campaña que permanecerá en sus paseos nocturnos cantando el miserere, mientras el presidente en funciones vuelva a jugar al corro con todos los partidos sin soltar las manos. Una especie de akelarre donde no sabemos quienes son los guardias y quienes los ladrones. La situación es tan confusa que el Sr. Sánchez va a perder la memoria al no saber qué hacer. La amnesia puede ser profunda, tan profunda que se soltará del corro sin que nadie se de cuenta. Ese olvido coyuntural, suele ser de una claridad luminosa. En estos días ha sentido que eso de gobernar España no es un juego de niños y, los niños -aunque hayan pasado algunos los 30 años-, no pueden entrar en el gobierno. Sí, son listos, han sido los mejores de su clase, pero siguen siendo universitarios sin experiencia. Pero hay que formar gobierno, un gobierno de izquierdas es un sueño- casi un espejismo de sueño-, a pesar de poner buena voluntad.

*Un verano azaroso

Hace falta una cura de descanso, un mes de “vacaciones” para  ver qué pasa, o volver a coger el molinillo -de los de antes, cuadrado y de madera, nada de metacrilato con forma de urna- introducir los granos de café y esperar que por fin funcione.

Mientras llega a casa, el no elegido presidente, se mira al espejo del retrovisor, tiene una cara fatal. El trabajo que se le presenta es duro. Previamente habrá que hacer una nueva separación de calidades. No todos los cafés son puros, algunos tienen mezcla, incluso achicoria para oscurecer el líquido. Aquel anuncio de Vamos juntos al tostadero para conseguir el mejor café, es una leyenda publicitaria que no sirve ni para hacer un juego de palabras. Eso de ir juntos, es una quimera. El “no es no” multiplicado como un mantra empieza a tambalearse. El Sr. Sánchez tiene que mentalizarse. Pablo Iglesias no ocupará ninguna cartera ministerial porque, entre otras cosas,  le parece poco serio que un representante de España en Europa tenga coleta y no lleve traje. Hasta la urbanidad y la compostura son importantes a la hora de sentarse en la mesa de un consejo de ministros. Pero hay mucho más y no todo confesable. Si Iglesias es el líder de Podemos, por qué tiene que aceptar con buena cara el castigo de ir al rincón de pensar para que decidan  otros.

Al fin, nunca pasa nada. Las palabras de las lleva el viento y las promesas el olvido. Aunque si pasa, qué.

Al provisional máximo representante actual del país, le va a quitar el sueño la frase con sabor a maldición de Pablo Iglesias: “Usted, Sr. Sánchez, no va a ser presidente nunca” . Pero la política es como un juego de magia donde el prestidigitador puede sacar de debajo de un pañuelo una paloma colorada o una dulce paloma blanca.

Espero que los dioses, los hechiceros, los magos o algún un técnico de la Nasa -de los que ven las estrellas de cerca- le ayuden a solucionar definitivamente los problemas. Empezar agosto con la pantalla en blanco tiene magia. Les juro, yo no quiero más otoños calientes. Quiero que en el verano tengamos sol, en otoño lluvia, en invierno frío, en primavera flores y …

Pienso que cuando Pedro Sánchez llegó a casa el viernes, tuvo un problema añadido. ¿Cómo decir a su mujer que no iba a ser Primera Dama?