Los del PP son más falsos que La Gioconda

La porquería se tapa con más porquería y encima se plantan flores.

Soy repetitiva, pero es que las noticias diarias son negativas. La corrupción del PP nos sepulta como un alud torrencial de agua, algo insólito en verano –lo del agua-, pero también continuo en este desordenado calendario de Euskadi. Estoy deprimida y el tiempo no ayuda a mi recuperación. Creo que mi estado es común. Miramos sobrecogidos las próximas vacaciones con la incertidumbre del cielo, el hombre del tiempo y el pastor del Gorbea que ya no adivina ni cara y cruz en una moneda trucada. Y leer los periódicos, oír la radio o ver TV, no ayuda. Nuestros gobernantes nos avergüenzan.

El PP y sus compañeros son tan falsos como el cuadro de La Gioconda.

Esta negatividad me desespera. Ya ni el número de carnet de identidad de la Infanta es real. ¡Y ya ven lo que nos cuesta esta equivocación! La infanta y su corte van a ser un coro de ángeles felices y sin culpa entonando el Aleluya. Pero, sí hay algo “positivo”, los millones que han llegado del cielo a los socios del PP. Todo legal, simplemente por ser sufridos trabajadores del PP. El tesorero de este feliz partido debía de tener en una cueva, como en las películas de bucaneros y de Alí Babá, cofres llenos de piedras preciosas, joyas y monedas de oro. Durante años, este señor que no necesita nombre, ha tenido a bien administrar el tesoro y mágicamente –también debía parecerse al mago de Aladino- multiplicar este maná como el milagro de los panes y los peces. Jesús era un aprendiz al lado de este caballero. Pienso que el don –al que tendríamos que pedir clases particulares para aprender su peculiar manera de ganar dinero- ha debido de vender la misma Gioconda para poder conseguir semejante suma de millones de euros. Esta suposición, aunque no se lo crean, puede llegar a ser verdad.

Pues verán, el más famosos falsificador y ladrón de cuadros actual, de quien soy amiga, Erik el Belga, me contó que La Gioconda del Louvre es falsa y que la verdadera la tiene la familia Medicis en Florencia. Pueden creérselo o no, pero me resulta mucho más factible aceptar este hecho que tener que aguantar las continuas mentiras de un gobierno inepto y corrupto. Un gobierno que, aún viendo el nombre escrito de sus propios militantes -con  especificación de miles de euros entregados y enumeración de para qué se dieron esos miles de euros- sigue como si no pasara nada. Los sobornados prosiguen en sus ministerios y continúan entrado y saliendo de un Juzgado que nos hemos aprendido todos el número de escaleras que tiene. En este tiempo hemos conocido el vestuario dandi del señor que ha descubierto el pastel amargo de la verdad, los pañuelos y las gafas de su mujer estirada, pobre e inocente. Hemos conocido, de paso, los elogios del presidente del gobierno hacia una señora a la que la bella durmiente le invitó a su castillo de Disneylandia por obra y gracia de ser esposa de un señor del que ahora se ha separado y asegura desconocer su existencia. Como ustedes comprenden, no estoy haciendo literatura.

Literatura es otra cosa. Y hasta para inventar hay que documentarse. Ustedes, queridos amigos, no saben que escribo novelas. Cuando lean estas líneas, en las librerías pueden encontrar dos novelas mías “La mujer de las nueve lunas” (Plaza y Janés, y en Debolsillo) y “Leonora» (Debolsillo) Para escribir “La mujer de las nueve lunas” estuve viviendo unos días en un convento de clausura con monjas carmelitas descalzas. Para inventar mi personaje “Leonora”, aprendí algo de música y la historia de Viena. Pues verán, para saber las andanzas del innombrable- por ser tan terriblemente nombrado que me asquea- sólo hay que leer, ver o escuchar cualquier noticiario. Las andanzas han traspasado los noticiarios del país para ocupar primeras páginas internacionales. Porquería. La porquería se tapa con más porquería y encima se plantan flores. Al fin aquí no ha pasado nada.

Pero hablan de paz, del derecho a las armas de destrucción masiva –viene a mi memoria las palabras de Aznar- de derechos humanos, de condena a la tortura y de más zarandajas. No, amigos míos. Todo es mentira. La tortura existe aquí en nuestro país, entre los demócratas americanos y los chiitas fundamentalistas, dentro de los regímenes comunistas y en las edulcoradas campiñas irlandesas. Vivimos dentro de una coloreada acuarela de mentira. Las fuerzas del orden del mundo entero llevan porras, pistolas, utilizan carros de combate y fusiles autodirigibles. Más aún, ahora se ha inventado un avión – se llama droner- que es conducido por ordenador y sin pilotos. Este fantástico dirigible a distancia puede matar a las personas sin ver las caras. Así no pasa nada, no hay remordimiento de conciencia, nadie ve los ojos del inocente y el culpable no tiene conciencia de su culpabilidad porque está detrás de una pantalla y juega como en un Nintendo, pero de verdad. Es Dios, sin ser Dios, invisible sin ser invisible y capaz de mandarnos al otro barrio a cualquiera que le molesta. Así es el progreso. Sin alma y falso, como la Gioconda.

Ya nada es verdadero. Por dinero una periodista puede vestirse de ridícula niña y desvestirse como si de verdad fuera una adolescente habiendo pasado la edad de los sesenta. Su ridículo deseo de fama le hace enseñar el culo y el pecho, y escribir un bodrio que como el programa que presenta –tiene millones de espectadores, así es la vida- ella venderá por miles de ejemplares porque le sale del bolo. Por supuesto, para escribir esa joya de literatura, no ha necesitado documentarse.

¿Qué cuadro vendería el innombrable que le proporcionó tanto dinero? Como ya queda poco auténtico, me inclino a pensar en su irregularidad de firma. Quizás por eso se inventó un falso abogado que efectuaba la compra millonaria de obras que al fin ha liquidado muy provechosamente. No se fíe amigo. En los museos hay muchos cuadros –quizás adquiridos o vendidos por él- que no son auténticos. Hace un tiempo que miro con lupa lo que veo en los museos.