Los deseos tardíos

“El noventa por ciento de los niños -decía Picasso- nacen artistas, pero, afortunadamente, ese porcentaje se reduce casi a cero cuando llegan a mayores”.

Félix y yo queríamos escribir. Habíamos terminado el bachiller superior (ahora el equivalente es distinto) y entramos en la Universidad de Navarra con la ilusión de la adolescencia. Estudiar periodismos era muy poco frecuente. Recuerdo que cuando dije en casa que quería ser periodista, mi hermano Jesús dijo: “Pero ¿hay que estudiar para ser periodista como el chico del quiosco?”. Periodista para él era el que vendía periódicos y revistas en Baracaldo. Félix, además de periodista, quería estudiar Bellas Artes. Curiosidades del destino, yo también. Mis padres no me dejaron, “con barbudos y bohemios”, ir a Madrid para hacer las dos carreras. A Félix le ocurrió lo mismo. Pronto olvidamos nuestro primer deseo y entramos en el mundo de las letras. Desde entonces contar historias fue para nosotros nuestra nueva respiración. Y ya no pudimos vivir sin ese aire que nos envolvía con el latir cotidiano de la historia. Pasó el tiempo y Félix Macua, después de una brillante carrera profesional, se convirtió en jefe de opinión de Deia. Yo vagaba un poco sin rumbo cuando un día me llamó para colaborar en sus páginas. No he dejado este espacio donde pueden encontrarme con una cierta periodicidad. Llevo años formando parte de este querido equipo de familia periodística. Félix se jubiló e inició un camino de colores que solo estaba en su imaginación luminosa. El mismo día que dejó el periódico sus hijos le regalaron de “despedida” la matrícula en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Leioa. Y Félix pasó de senior editorial a alumno primerizo. La sorpresa del obsequio familiar se le pasó pronto y, cada vez más feliz, hizo realidad un sueño olvidado, pero siempre añorado, pintar. Este mes, Félix Macua ha presentado el trabajo fin de máster de Pintura. El título de su exposición es significativo: “In Itinere”. Sus cuadros –grandes, fantásticos, realistas y ambiguos como el pensamiento- son artículos medidos y minuciosos del camino onírico de los deseos. En la obra de mi compañero de clase, cada cuadro “no se lee con una simple mirada, siempre hay algo intrigante, absurdo o contradictorio que sorprende, que obliga a recapacitar”. Ese algo es su bagaje de periodismo que le ha hecho –como en los artículos que antes escribía- atrapar al lector y no dejarlo hasta que terminaba la última línea. Sus lectores ahora somos espectadores de unas ventanas que hasta hoy estaban cerradas. Félix era pintor desde niño pero, ahora que ya es abuelo, ha necesitado volver a ser niño, para recuperar la magia de desaprender lo aprendido. Un niño sabe dibujar hasta que aprende.

Exponer su trabajo ante un tribunal de profesores universitarios, para mí, como compañera y amiga, ha supuesto una sorpresa. Yo no sabía que Félix era un gran pintor, y tampoco sabía que él mismo pudiera explicar y defender con tanta brillantez su obra. Evidentemente, ignoraba, también, la trayectoria escondida durante tantos años de su pintura. Félix lo único que ha vuelto a hacer es mirar en el interior de su espíritu y allí estaba el arte. Por este misterio dice, recordando una frase del artista malagueño, “yo no busco, encuentro”.

Como buen periodista, Félix Macua ha escrito su crónica particular en colores intensos. La realidad en cuadros, como las secciones de un periódico, donde se puede leer la corrupción, el poder, la política, el deporte… Todo queda tamizado por sus pinceles. Sus obras son símbolos. Unos símbolos de gran formato que se han expuesto en el Aula de Cultura del Ayuntamiento de Baracaldo. “Se necesita –escribe en un catálogo espectacular- una segunda lectura para comprobar que las apariencias engañan y que la obra expone (pretende) una critica feroz contra el cinismo de los políticos, que utilizan todo tipo de engaños para mantenerse en el poder”. Todos los motivos sirven para escribir un buen reportaje con su paleta “la mano en trance de introducir la tarjeta black en un cajero explicita el robo institucional a costa de los trabajadores, representados por los engranajes de maquinaria industrial”. El futbol, ese extraño opio que envuelve a la sociedad, queda explícito en su cuadro “Cerveza y Champions”. Para mi amigo los pájaros son signo de mal agüero. Por eso “el pájaro que sobrevuela la multitud alude al mundo financiero que domina el futbol actual, cuyos principales equipos, salvo honrosas excepciones, están en manos de multimillonarios internacionales o fondos de inversión ´buitres´ que controlan y especulan con el futuro de los mejores futbolistas. El león sobre un pedestal tiene un doble sentido. Por un lado, la referencia a la casta de los jugadores rojiblancos. Y otro simbolismo negativo, de prepotencia, ya que la imagen corresponde a uno de los leones que flanquean la entrada a las Cortes Españolas, fundidos en bronce de los cañones arrebatados al enemigo en la guerra de África. Alarde de imposición por la fuerza de las armas”.

Con la misma plasticidad de expresión pasan por sus lienzos tsunamis, globos de cumpleaños infantiles, peces, mujeres desnudas añorando un viaje, cocodrilos, toros, el bombardeo de Gernika…Y siempre círculos, balones “la perversa utilización política del espectáculo por parte de los poderes públicos, para distraer la atención de la gente de otras cuestiones más importantes”. Hay un cuadro con esta temática que impresiona. Se titula “Fraude general” en el que “en un contexto de narración discontinúo sobre el drama tremendo de la crisis, el balón aparece como algo ajeno al problema cuando en realidad ejerce de adormidera, de agente alienante de las masas, a las que anula su espíritu reivindicativo”. Expone, como en fotografías del alma, nuestra vida y el contexto de nuestra sociedad donde “los jugadores de élite cotizarán pronto en bolsa”. Así, con esa narrativa periodística, Félix Macua, mi compañero de universidad, ha hecho presente sus deseos de juventud. Al fin, como decía Marlene Dietrich, “nos reimos de la moda de ayer pero nos emocionamos con la de antes de ayer, cuando está en vía de convertirse en mañana”. Para Félix, como el dice, “esta aventura termina aquí, pero el camino sigue abierto”.