Los ídolos caídos

Los ídolos caídos

Añoramos los ídolos, ante los que nos pegábamos ante el televisor para oír sus palabras. Eran buenos oradores, un placer escucharlos, al margen de ideologías. Los ídolos actuales son ídolos caídos antes de llegar a la cima

Dicen que las mejores cosas de la vida no se planean… suceden. Esta afirmación es cierta a medias, porque en estos días ignoramos qué es lo mejor y quién nos lo va a dar. Cada día pensamos una cosa y sale otra. Me encantan las frases hechas con final redondo: “Si algo puede salir bien, saldrá mejor”. Como fe es creer lo que no vemos, la esperanza de no sé qué nos mantiene en un hilo.

Queda solo un día para la investidura. El elegido para sentarse ante el rey en tan delicado momento, cada día que pasa tiene peor cara. Feijóo se deshincha como un globo que ha recibido un pinchazo. La sonrisa –¡qué poco sonríe este hombre!– cada vez le queda más torcida. Los componentes de su partido necesitarían una especie de tiragomas para que permanezca.

Las historias con sabor a imposible siguen ocurriendo sin sentido por el país.

Algunos pueblos olvidados amanecen con las piedras levantadas de sus plazas. Parece ser que mientras los lugareños duermen, el presidente, Pedro Sánchez, busca votos, como ha dicho, bajo las piedras. Es claro que allí no le esperan sobres con papeletas que puedan mantenerle en la Moncloa. Quizás un áspid, como a Cleopatra, o un vulgar alacrán, lo fulmine con un sencillo picotazo. No deja de ser llamativo el tesón de este señor indestructible. Parece luchar igual que un soldado idealista en la guerra: “Hasta que la muerte me separe, lucharé por permanecer en esta fortaleza”. Una fortaleza que marca de forma indeleble los muros de esa sencilla casita llamada Moncloa. Pues ¡no me parece un edificio tan impresionante!

Feijóo, el pobre hombre, siendo ganador, se ha convertido en un fantasma muerto en vida. Parece que le tienen que empujar para andar, como si ya estuviese cansado antes de empezar.

Mi amigo Gorriti me suele llamar a menudo y me dice que no está haciendo nada, pero no hacer nada es hacer algo: nada. Esta postura puede ser muy interesante –lo he leído en algún sitio–, si buscas nada puedes encontrar todo. Mis mejores deseos.

La verdad es que somos bastante ingenuos. Vemos justo la punta del iceberg. No tenemos ni idea de lo que de verdad está pasando. ¿Quién puede escanear las cabezas pensantes que, por debajo, manejan este enredo político? Solo la bondad es digna de fe, pero, ¿dónde está la bondad?

Algunos periodistas de prestigio empiezan a decir lo que piensan, que no tiene nada que ver con lo políticamente correcto.

Angels Barceló ha manifestado en su programa de radio que el PP ya ha tirado la toalla. Isabel Díaz Ayuso se sale del tiesto y dice: “Puigdemont ha puesto de rodillas a Sánchez y le habla como a un siervo”. Antonio Garamendi, presidente de la CEOE, confiesa estar con la monarquía parlamentaria, con la separación de poderes y con el Estado de derecho. “¿Dónde está, dentro de la Constitución, la palabra amnistía?” Xavier Trías, no se corta al asegurar, en plena negociación sobre la investidura de Sánchez: “nadie puede dudar que el PSOE estaba detrás del 23F”. Otegi de Bildu, más atrevido, pronostica que “hay que hacer una obra de orfebrería para lograr un gobierno de continuidad”. Por su parte, Borja Sémper, del PP, dice sin rubor que el acto de ayer domingo –multitudinario– es “un acto convencional, un mitin en la calle como toda la vida de Dios”.

Pues verá, en este zafarrancho de opiniones, no sé a qué santo ha vuelto a la palestra el innombrable José María Aznar. Sus palabras, sin ninguna firmeza ni carisma, tendrían que avergonzar a Alberto Núñez Feijóo. Aznar aparece como un maestro regañando a su alumno para que siga la recta correcta.

Añoramos los ídolos, ante los que nos pegábamos ante el televisor para oír sus palabras. Eran buenos oradores, un placer escucharlos, al margen de ideologías: Felipe en sus buenos tiempos, el califa de Córdoba, Julio Anguita, el impulsivo Manuel Fraga, Santiago Carillo y la dama de negro, Dolores Ibárruri. Son ídolos para el recuerdo. Los ídolos actuales son ídolos caídos antes de llegar a la cima. Los dos candidatos cada vez están más torpes. Siempre podemos buscar algo positivo. Dios, en su infinita sabiduría, entenderá sin problemas el catalán, el euskera y el gallego. Una idea que no es descabellada en otros países. En el Parlamento Europeo se hablan 23 idiomas.

Vivimos tiempos inciertos, pero hasta esto pasará.