Los Reyes «Magas»

La costumbre te roba instantes muy hermosos que están con nosotros y se nos van por no fijarnos.

Caminando por el muelle que lleva a Santurce he visto cuatro cormoranes posados en una tabla que alguna vez fue barca. Estaban quietos mirando el entorno. A su lado había ocas, patos, gaviotas, garzas… Era un momento irrepetible de calma. La costumbre te roba instantes muy hermosos que están con nosotros y se nos van por no fijarnos. Tan cerca y tan lejos. Vagando con mis pensamientos he sentido un aleteo cercano, me he vuelto y, a mi lado, un pescador levantaba la caña con un pez reluciente. Con los ojos sorprendidos por la emoción y la lentitud de un experto, saca el anzuelo del pez y los paseantes hacemos un corro pequeño.

– ¡Vaya merluza! –dice un espontáneo.

– ¡Qué muble más grande! –comenta una chica con mallas.

– Es una lubina –aclara el pescador con fingida indiferencia, notando que los dedos se le enredan en el sedal por el temblor de la agitación.

Una lubina o lobina, una especie marina que se puede encontrar en las dársenas y las cercanías de los puertos. Parece que antes –no hace muchos años– era imposible pescar un ejemplar parecido en la ría. En estas semanas una draga ha limpiado de porquería el agua. Día y noche sacaba del fondo una mugre negruzca que ha revuelto las entrañas oscuras del fondo. Esa nube ha traído despistada la lubina a Santurce. Mientras los peces nadan, el fuego arde. Son tantos los montes incendiados que parece que tenemos un aro de fuego misterioso. Un aro que nos habla un lenguaje de egoísmos, rencores, astucias y engaños. Nada es lo que parece. Hasta la lubina le parecía muble a la paseante. Estamos rodeados de hechos extraños y cotidianos que nos descolocan. ¡El mismo número de votos en las elecciones catalanas! Imposible, pero cierto. ¿Quién hizo ese empate milagroso? Una persona de a pie que al fin decidió votar. Las casualidades existen. La lubina no picó por casualidad sino por constancia y por creer que podía estar esperando la gusana del pescador.

Pues verán, por casualidad, la Sra. Aguirre ha sido ocurrente. Y me preocupa. Profundamente preocupada empiezo el mes de enero. Estoy de acuerdo con Esperanza Aguirre. ¡Quién me lo iba a decir a esta edad! La líder del PP, ante la propuesta de Ala Madrid de incluir reinas magas en la cabalgata, ha dicho: “soy partidaria de la paridad no de las paridas”. Una frase oportuna y graciosa con la que estoy de acuerdo. Es grave, pero siento que unos espíritus empiezan a rondar en torno al árbol de Navidad –el pobrecito tan mustio en estas fechas– para apropiarse de la tradición popular. Una costumbre de las pocas que quedan en el calendario navideña. Hay que cambiar, algunas falsas feministas insisten en que hay que cambiar. Olvide las historia de los Reyes Magos. Olvide que llegaron a Belén, olvide que venían de Yemen, la tierra de la reina Saba, igual deciden traerla con Zenobia la reina de Palmira. Ellas fueron reinas de verdad y por recordar… mejor las reales. Olvide que traían oro, incienso y mirra, que eran astrólogos y, mirando el cielo, encontraron una estrella que les llevó a Jesús. Hoy, en este hoy de enero, quieren sacar cestos nuevos cuando ya están recogidas todas las nueces. No hace falta unir a las leyendas novedosas aventuras. La mujer no se va a sentir más realizada por esta majadería. Las mujeres somos más de la mitad de la humanidad –no un 25%– y tenemos que brillar si somos estrellas. Aunque usted ya sabe que nos cuesta el doble que a los caballeros encender esa chispa luminosa. El mundo está muy opaco con tanto pesimismo, tanta guerra, tanta falta de respeto y tanta grosería. Trato de imaginar en la cabalgata de Reyes a una nueva maga –¿será una, dos o tres las nuevas aportaciones? Una negra, otra amarilla y una tercera europea–.

Los niños que ya escriben al Olenchero, al Papa Noel, al Niño Jesús y a los Reyes Magos ¿a quién dirigirán su misiva en próximas ocasiones? Empezarán su carta. Queridos Reyes Magas: He sido muy bueno y os pido…

La vida… Un despiste de la naturaleza en una mayoría de ocasiones. De víspera, en esta noche para mí fantástica, yo no sé que pedir a sus majestades de siempre. No se me ocurren cosas grandilocuentes –esas que desean los famosos y los políticos– porque no las puedo conseguir. La paz, el trabajo para todos, la igualdad real de las mujeres… Tampoco puedo lograr que los pactos sean como nosotros queramos. ¡Cuántos a lo largo del año se arrepentirán del voto que metieron en las urnas transparentes! Lo que usted pensaba conseguir con su granito de arena les produce hilaridad a los partidos políticos. Derecha, izquierda o centro cambian de lugar y se mezclan en una coctelera. Y el cóctel está ya hecho, por mucho que mezclemos los ingredientes, no va a cambiar. Si tenemos suerte nos pueden servir la copa con hielo, aceituna, una raja de limón y hasta una sombrilla de colores. Pero si usted pidió vermut es posible que le sirvan coca cola. De ahora en adelante nada será lo que parece.

Si se enfada, peor para usted porque nadie va a hacer caso a su berrinche. Así es la vida, un desmadre colectivo sin guinda que corone la tarta que habíamos elegido golosos en una pastelería. Pero, nos queda el roscón de Reyes- Reinas ¡Que lío!

En fin, esta noche de lo que sea, duerma bien (cuidado con la resaca del Cotillón de Reyes, así se llama) y no ponga en las copas de lo magos alcohol porque es de mal gusto si los señores de Oriente vienen con pareja entradita en años –antes sus esposas parece que se quedaban en casa, ¡algo hemos mejorado!–. Procure decirles, antes del reparto de regalos, que no se suban por la terraza, ni se encaramen a los balcones, porque el cuerpo femenino no se hizo para acarrear sacos, aunque esos sacos estén llenos de sorpresas.

En fin. Volveré a pedir un traje rojo, unos zapatos de tacón, una colonia un poco cara, un maquillaje y… Me gusta pensar que en algún lugar del mundo existe de verdad un mago que puede obsequiarme con los regalos que sueño.

Cierre los ojos y sienta la magia de las estrellas, escuche los ruidos misteriosos que llegan a su ventana de los pajes. De un beso a su hijo y cante esa nana de cuento maravilloso con la que usted creció

Si está solo, entone esta noche una nana especial para usted. Le tranquilizará oír el sonido del murmullo de notas sin sentido y sin orden que se agolpaban en su pensamiento. Acúnese lentamente en esa una música que no sabe de dónde viene, exclusivamente íntima. Mis labios ya se fruncen sin gesto y dejan en mi habitación una sonata escrita para mí misma y por mí misma. El sueño me va aturdiendo deliciosamente la cabeza hasta que me quedo dormida. Necesitaba mis propios mimos para sentirme viva en este nostálgico momento de tristeza. Unos segundo antes de rendirme al descanso oigo mi voz que dice ¡alto! Los zapatos debajo del árbol de Navidad. Después, viene la paz.

Feliz Año Nuevo.