Por favor, no me mandes flores

Cuando me iba a dormir vi una imagen que me quitó el sueño. Mazos de rosas, claveles, tulipanes y lirios se amontonaban y un trabajador -para mí con una crueldad desproporcionada- cortando los ramos con total indiferencia, mientras caían pétalos y tallos en un inmenso montón que iba a la basura. A un lado, dos hombres y una mujer con mascarilla reprimían las lágrimas. Posiblemente eran los que habían cuidado de la belleza y crecimiento de aquellas flores. Eran su vida, pero esa vida -la de las flores- no servía. No podemos comprar flores. Aunque quiera decir te amo con rosas rojas, te deseo la paz con una rosa blanca, te ofrezco mi cariño con una rosada, eres mi amor secreto con una gardenia, seré fiel como un tulipán o inocente como un ramo de margaritas. Todo se ha perdido. Quedan las flores efímeras del almendro y el cerezo que empiezan a perder el color para hacerse fruto. Pienso que seguirá la flor de loto y el nenúfar que aparece de noche y se cierra a la mañana. Nacen en los lagos y los lagos no han desaparecido.

Este año se ha llevado las flores de la primavera.

He soñado que encima de las toneladas de basura que hemos almacenado donde hemos podido (melones y sandías, fresas, nadie ha podido aprovechar tan deliciosa podredumbre), habían empezado a nacer unas exóticas flores que se cuidaban solas, esperando a que lleguemos y, con su presencia sensual, pedirnos que no echemos más desperdicios, porque ellas sólo nacerán una vez. Me he despertado con una gran paz. Paz porque la playa de Las Arenas y la playa de Algorta tienen el agua limpia y transparente. La ría un tono verdoso, buscando su origen, que ni ella sabe cuál fue.

Me pregunto qué pecado tan grande hemos debido de cometer para que todos los dioses nos castiguen tan cruelmente. Quizás no sean los dioses sino la madre tierra que se han cansado de ser madre para convertirse en verdugo. Decía Bertolt Brecht: ”no acepten una discusión. Ante los hechos heredados, por favor, no digan: es natural. En una época con confusión, de desorden decretado, de contradicción organizada, planificada, deshumanizada… Nunca diga: es natural, para que todo pueda ser cambiado”. Yo creo que hemos aprendido -o estamos aprendiendo- la lección. Todo no es natural. El hombre tiene una capacidad muy grande para el mal y también muy grande para el amor. Sin querer –no lo sabíamos- hemos puesto nuestro granito de arena en el desorden ecológico del mundo. Encerrados, meditamos en lo que hemos hecho y lo que podíamos hacer. Me gusta pensar, como Luther King, que si el mundo se acabara yo seguiría plantando un árbol. ¡Cuántos árboles quemados el año pasado, el anterior y tantos, conscientemente, con lo que cuesta que vuelva a crecer! La crueldad humana es inabarcable.

Un dibujo

Ane me ha traído un precioso Pegaso pintado por ella en una cartulina negra. En el borde del dibujo hay una leyenda escrita: “De la noche oscura a la noche luz”. Con una sonrisa preciosa, como tiene Ane sin la mascarilla, me ha dicho: para que Pegaso venga volando por el cielo con muchas vacunas. Como usted se puede imaginar, me he emocionado. Ane trabajó en Radio Euskadi, como técnico de sonido, pero hace unos años dejó su trabajo para cuidar a enfermos. Cuando Ane estuvo en Radio Euskadi, no coincidió con mi hermano Jesús y mi hermano pequeño Pablo, que también fueron técnicos de sonido. Había oído hablar de ellos. Tampoco nos encontramos cuando yo colaboré en Gambara pero, como Radio Euskadi es una gran familia, nos sentimos hermanadas y cada mañana me viene a decir: Buenos días.

Hoy llueve. No importa, los árboles y las flores silvestres se emocionan con el agua fina que cae. Las txiribitas, las amarillas mea camas, las manzanillas, el tomillo, la hierba buena y los lirios salvajes pintarán los prados de colores. Pienso que volveré a andar hasta la punta y cogeré ramos silvestres sentada en la hierba. También iré caminando por el muelle de enfrente hasta el Puerto Viejo. En estos días, el Puente Colgante no nos separa tanto. Portugalete y Las Arenas son dos hermanas que por historias antiguas se separaron. Ya no hay competitividad.

El susto de Bilbo

A mi amiga Magalí, el encierro le ha cogido en Galicia con sus dos perritas galgos, Bilbo y Portu, de una raza que se llama “whippet”. Son muy bonitas, estilizadas y con una sensación de dulce fragilidad. A las dos les gustan mucho las flores y las huelen con satisfacción en el jardín. Una de estas noches sin luna, Magalí salió con las dos en su paseo nocturno y un perro incontrolado atacó a Bilbo. La pobrecita perrita -es la pequeña- empezó a ladrar con chillidos de dolor. Magalí la llevó al veterinario -con la dificultad y problemática añadida del coronavirus-. Bilbo tenía un gran mordisco -curiosamente era sin dientes, porque los perros deben morder así-, un desgarrón terrible y mucho dolor. Magalí me ha dicho que está mejor después de la cura, los antibióticos y unas compresas de agua y sal que le pone en la tripita, le alivian.

Es curioso, no sé qué está pasando por mi cabeza, siento un gran cariño por los perros, algo que nunca me había ocurrido. Desde niña los tengo miedo, aunque nunca me han atacado.

El coronavirus nos está transformando a todos. John Milton en “El abogado del diablo” contaba: “Dios te dice que mires pero no toques, que toques pero no mires, que pruebes pero no disfrutes y mientras, se está partiendo de risa”.

Quiero creer que Dios no se ríe de nosotros, pero realmente nos está haciendo una gran faena. Creíamos que con las plagas de Egipto se había calmado su furor. Este coronavirus posiblemente lo habrá mandado un diablillo enfadado con la Humanidad.