“Es fundamental escribir sobre cosas que duelen y aíslan para que no nos sintamos solos”. Esta frase de la escritora Maggie O´Farrell, ha conseguido, en un segundo, que no sienta deseos de leer ninguna historia de esta narradora que, aunque tenga fama, su corazón va desacompasado. Estas dos líneas -tan inteligente y que seguro tardó mucho en verbalizarlas- no dejan de ser una solemne inoportunidad. ¿Estoy triste? Pues aguanta y no seas pesado. ¿Se me va a pasar si pego mi tristeza a todo bicho viviente? No. Lo único que conseguiré es embadurnarles más con mis agudos e inteligentes embrollos de cabeza.
Cuando era más joven, pensaba que tenía que plasmar mi nostalgia y melancolía en un folio. Una vez escrito, me parecía que había quedado bien, pero no perfecto. Las frases me obsesionaba que estuvieran bien construidas, la puntuación correcta, sin olvidar los acentos.
Resumiendo, descubrí que siempre hacía -y hago-literatura. Me fastidia que quien lea un artículo o una novela mía, se quede hecho puré. Necesitamos buenas experiencias para contar, historias tranquilas y cuentos que terminen con perdices. Ya pasó el tiempo de “Los miserables”.
Hay que pintar de colores el cielo y la tierra. Elegir un tono bonito para las tormentas -las de verano son preciosas- y mojarse de lluvia por el placer de sentir el agua en la cara.
Las penas se pasan, aunque algunas, como chicles, no se quitan fácilmente. Si un chicle se mezcla con otro chicle se hace mayor y es más difícil de quitarlo de encima. No coma chicle, mejor bombones, el chocolate hace feliz. La goma de mascar nos pone un gesto tan soso e indiferente que la suficiencia empalaga. Un bombón llena el paladar y la cara de placer. Si no siente esta dulce sensación, chupe caramelos de anís. Los odio.
Piense, antes de que le pregunten: ¿qué tal está? No conteste con su última operación, su neumonía, las medicinas que toma, lo poco que duerme… Si lo hace, se desencadena en el amigo que le ha encontrado de paso, una cadena de aburrimiento y desazón.
No sea tan pesado. Todos pasamos malos ratos, pero, si llevamos bombones en los bolsillos, posiblemente regalemos uno a quién nos paró, y empecemos a hablar de actualidad, libros y música. Claro que esto que cuento con tanta alegría, no es nada fácil. Lo sé por experiencia. He estado pachucha y he dado la lata a todo el mundo. Nadie quiere que le cuenten dolores, salvo si es Nosferatum.
Le aconsejo que, antes de responder a esa pregunta tan tópica, cuente hasta cinco y piense que su interlocutor no merece la plasta que pensaba darle. Intente comprarse un ventilador o un abanico si tiene calor, un chubasquero o un paraguas si llueve. Pero, por favor, evite hablar del tiempo y de usted mismo. Es una falta de respeto que repitamos nuestras miserias. Parecemos un disco rayado, un vinilo de los de antes, que raspaban al llegar a la línea torcida. Así, volvían a empezar.
¿Es difícil? Dificilísimo, pero se ha ganado una sonrisa de su compañero de camino y, cuando piense en usted, se le alegrará la cara.
Procure no dar la vuelta a los temas vulgares, cállese. ¿Qué arregla con poner a todos con el ceño fruncido? El calor es para todos, el covid lo ha pasado media humanidad y, salvo que usted tenga la fiebre del mono -una peculiaridad destacable- mejor cerrar la boca, dibujar una sonrisa y hablar de la primavera que termina y de la llegada del solsticio de verano.
Los escritores, aunque sean famosos, no siempre dicen palabras magistrales.