Puigdemont, rey de la fiesta

Pues este señor con flequillo de niño travieso ha cambiado el país al revés. Sus poquitos votos son el candado que puede abrir o cerrar el futuro de una nueva vida. Me resulta difícil olvidar los coches quemados y los continuos disturbios en Cataluña que llevaron a sus líderes al exilio o a la cárcel. Eso fue una realidad que vimos todos. También vimos la humilde casa que le acogía en Waterloo. Después de muy poco tiempo volvemos a ver a este señor pidiendo la luna. Y le concederán la luna. Como un tierno infante escribe su carta a los Reyes Magos. Ya la ha echado al correo. Quien la abra, en vez de bicicletas, muñecas, cuentos y cochecitos, encontrará una bomba con un dispositivo movible. No estallará si el remitente no toca una pestaña donde están las condiciones para evitar que el artilugio explote. En este momento, todos los mandatarios del país tienen en su cabeza el flequillo del líder catalán en el exilio. Nadie sabe cómo peinarlo ni, por supuesto cortarlo. Estamos expectantes. En un segundo, pueden cambiar ministerios, consejerías y presidente. No hay vidente capaz de adivinar qué pasará con este especial prófugo de la justicia que no quiere volver del exilio ni esposado ni rendido. Los candidatos tienen que solucionar esta situación antes del 17 de septiembre. Queda poco tiempo. Ningún líder convence y las críticas de un partido a otro se multiplican. Parece ser que se han terminado los oradores brillantes, capaces de mediar en este descontrol. Los presidentes de la antigua – o nueva, no sé- formación política, estos días han hecho numerosas...