Buenas noches, Xabier

¿Qué has sentido al llegar al más allá? Es tu secreto. Sé que allí encontrarás interlocutores más inteligentes que los mediocres políticos que nos has dejado. Quiero pensar, que en el otro lado te esperaban  Luis Mari Retolaza y  Juan Ajuriaguerra. Ellos sabían quién eras, te respetaban y querían, y juntos habréis empezado hablar de esos 86 años que has vivido amando entrañablemente a Euskadi y al partido, sin pedir nunca nada a cambio.

Quizás ellos fueron en verdad tus grandes amigos, que no hicieron trampas para quitarte de líder. Fuiste un gran líder. Igual  hasta te riñen un poco, por no saber preparar tu sustitución. Era un trabajo difícil y raramente se piensa en el después.

Vivías en un mundo de ideas, exigente, con una inteligencia fuera de lo común. Elegante, con una eterna sonrisa a medio hacer, jugando con la ironía, la agudeza y la inteligencia. Con tu gesto  un poco adusto, en la intimidad eras cercano, afable y reías con espontaneidad con los chistes de todos los colores -verdes, marrones y amarillos-;  vivías en tensión, controlando hasta el mínimo gesto en público. Quizás estabas solo. Te tenían tanto respeto que nadie se atrevía a contradecirte, aunque luego, detrás de tu enorme sombra, conspiraban contra ti. ¡Qué fácil es ser amigo, sin serlo, dar palmaditas en la espalda, sin atreverse a dar un abrazo fuerte de cariño!

Nadie pudo ponerte ni una mota de corrupción en el libro de tu vida profesional. Los negocios no iban con tu modo de ser de navarro austero y los números -con tantas cifras de ceros-, que llenan este país de inmundicia, a ti te parecerían cuentas de extraterrestres incomprensibles. Para ti no existió más que tu mujer Begoña y la ternura de tus nietos cuando te llamaban aitite. Tuviste que soportar muchas historias inventadas, malas interpretaciones de la paz, pero tú luchaste por esa paz, como tú querías no como querían otros.

Cuando dejaste la política, los que te conocían, decían que habían echado de menos, a lo largo de ese tiempo, que no se conociera tu faceta humana. Esa chispa de sensibilidad y delicadeza que solías tener con los compañeros cercanos. También decían que eras un hombre con un fino sentido del humor y un entrañable conversador. Creo que, a pesar de las omisiones, el público en general –esa gente anónima al margen del partido- siempre ha pensado –muchos aún estando en desacuerdo con sus opiniones- que tu, Xavier Arzalluz, fuiste en una etapa, el político más brillante  de esta tierra,

Tuvo que ser muy difícil –dada la poca altura de quienes nos gobiernan- medirse con tu talla intelectual. Más de uno respiró tranquilo con tu retirada del panorama político. El tiempo marca los relevos, pero será dudoso que alguien alcance la altura de tu oratoria. Era un placer escucharte, porque, como decía Napoleón:” Un hombre de estado, debe tener el corazón en la cabeza”.

No es fácil hacer frases rotundas en discursos breves. Tú dominabas el terreno de las distancias cortas porque también guardabas una ternura infinita para tu compañera.

Begoña, Xabier no dormirá hoy contigo. Te lo digo con la voz que sé que tú le dirías, porque en el fondo de tu alma siempre quedaba ese indiscutible gesto, melancólico, casi de poeta, de buena persona. Una nostalgia que guardabas para los que te querían. “La muerte -aseguraba el estadista corso- es un ensueño sin ensueños”.

Agur Jaunak