¡Goool!

Mi tío Adrián era pausado, sereno, hablaba lo justo, con una voz elegante a medio tono. Creo que fue el más sensato de mis tíos. Pero el fútbol le volvía loco. Cambiaba su mesura en locura. Gritaba, chillaba, se mareaba de excitación…Otro hombre. Reñía al arbitro y trataba de inútil a quien fallara un penalti. Un día le dio un amago de infarto en Lasesarre, cuando perdió el Baracaldo. Desde entonces, el médico le prohibió ir al campo y ver los partidos importantes de la liga por televisión.

El fútbol cambia el temperamento mas templado de los hombres, también hay muchas mujeres hinchas, pero no tan excitadas. Quizás dominen mejor sus instintos primarios que se desatan en un campo de fútbol. En nuestra tierra, el Athletic es de la familia. La pasión puede ser tan profunda que entra a formar parte de la vida en el embarazo. A mi nieto José Mari, antes de haber nacido, su abuelo le había hecho el carnet de socio del club.

En Uruguay, cuando una madre siente que su hijo sale al mundo, grita gol en la sala de partos. Ha conseguido el gol de la vida. Ser de un equipo y sentir con el equipo es la más profunda religión que puede sentir de verdad el corazón humano. Mario Benedetti, cuando estuvo en el exilio en España, confesaba que encontró en el balón el fino hilo al que agarrarse para mantener latiendo su arraigo uruguayo.

Ganar o perder puede ocasionar una batalla campal. Un partido de fútbol tiene muchos momentos emocionantes que nos hacen olvidar el cotidiano dolor que nos rodea. Decía un escritor famoso que un proyecto con ilusión se disfruta tres veces: cuando se sueña, cuando se vive y cuando se recuerda. Es una especie de ejemplo que debemos trasladar a nuestro vivir cotidiano. Si un futbolista quiere meter un gol en la portería y el balón se escapa, no se desanimará. Nunca dejará de apuntar a la portería. Dicen los verdaderos forofos que la alegría del fútbol no se puede comparar a cualquier otro sentimiento.

“La mejor enseñanza es la que utiliza la menor cantidad de palabras para una explicación”. Este pensamiento (por supuesto, dedicado a la enseñanza) es de María Montessori, una psicóloga italiana, psiquiatra, pedagoga y muchas cosas más. Una palabra que mueve a gran parte de la humanidad es ¡gol!. Decir gol es gloria, felicidad, triunfo.

¡Qué felices nos hace el fútbol! -me decía mi hija hace unos días, viendo en su casa a un grupo de amigos alegres frente al televisor. Actualmente, el mejor plan de fin de semana es un buen partido visto con amigos por televisión. Una tortilla gigante y unas botellas de buen vino. Es increíble la camarería que desprende el fútbol. Hablar con un jugador desde una butaca es una conversación habitual, reñirle, alabarle y hasta alguno, tener ganas de romper el televisor si se tuerce el partido.

Pero, ¿qué deporte necesita policías para velar la seguridad? En las gradas llegan a las lágrimas los que nunca lloran. Los expertos estudian la frustración o el éxtasis a que se elevan los espectadores, según que su equipo gane o pierda. La alegría de los equipos que se enfrentan es contagiosa: los jugadores, el equipo técnico, los aficionados. La tristeza de la derrota puede llegar a la depresión.

El fútbol desarrolla un gran numero de efectos positivos en los jugadores y los aficionados. Se desarrolla el pensamiento táctico, la concentración, la coordinación. La responsabilidad de los jugadores es una prueba de fuerza de voluntad digna de elogio. Además de la exigencia de una vida sana, tienen que aumentar la autoconfianza, la creatividad, el autocontrol, para superar, al contrario.

Los beneficios son similares para el público. Un partido de fútbol ayuda a desconectar, a evadirse, a soñar. Un gol libera dopamina en el cerebro, un sentimiento similar al enamoramiento, proporciona una locura instantánea, y descarga de tensiones seguida de una violencia descontrolada. El espectador critica todo y ensalza todo. Se estudia con profundidad científica esa euforia parecida a la felicidad pero que dura menos instantes. En la Universidad Europea de Madrid se imparte un Master de Dirección de Futbol.

Los niños de hoy quieren ser futbolistas, es el primer deseo en encuestas escolares. Sus ídolos fueron Zarra, Julen Guerrero y Dani con Panizo. La cultura futbolística no tiene límites. Los jóvenes conocen a Gerard Piqué, Messi, Pep Guardiola, Zidane, Iker Casilla y, por supuesto, la leyenda de Maradona. Los mayores siguen recordando a Di Stefano, Puskás y Michel Platini. En el altar mayor, el gran Pichichi seguirá siendo un héroe. Un chaval que salía al campo con un pañuelo atado a la cabeza.

La vida rueda en torno a una pelota, pero puede haber más sensatez en el fútbol que en muchos políticos del mundo. A las 24 horas de la invasión de Rusia a Ucrania, la UEFA trasladó la final de la Champion de San Petersburgo a París. La FIFA expulsó a Rusia del Mundial de Catar.

En fin, Napoleón que sabía mucho de batallas dejó dicho que “la guerra es un juego serio en el que uno compromete su reputación, sus tropas y su patria”.