La monarquía puede ser una opción caduca para usted, querido lector, pero tiene que reconocer que los ingleses nos han dejado a todos apabullados con su perfección protocolaria en el funeral de su reina. Cada invitado estaba en el lugar que le correspondía por realeza y allí vimos al rey emérito Don Juan Carlos con su esposa la reina Doña Sofía y al rey Felipe V Doña Letizia. Su majestad, la española, no pudo concluir las honras fúnebres de Isabel II, sin darse cuenta (quizás también necesite lecciones de protocolo) por motivos de agenda, ignorando que una reina casi eterna solo se muere en un siglo. Sin dirigirse la palabra en toda la ceremonia, ocupando la segunda fila en la catedral. Al Sr. Biden, como el invitado a las bodas del evangelio, le pidieron amablemente que se retirase de los primeros puestos porque allí solo estaban los de sangre azul. La política es la política pero el protocolo inglés otra. Aunque el presidente de Estados Unidos, no subió al autobús con el restos de mandatarios mundiales. Él fue en su coche y con su propia escolta. Los americanos no saben mucho de dinastías reinantes y categoría de títulos. A estas alturas no están preparados para una lección de urgencia. Quiero imaginar que se murieron de envidia ante la gran clase inglesa. Ni un paso de manos ni un paso de menos en el cortejo fúnebre. Se despidieron de su reina, todo el servicio, sus caballos y sus perros y su pueblo con rostros profundamente tristes y lagrimas en viejillas y no viejillas que lo más cerca que estuvieron de su majestad es un segundo ante el catafalco Conocemos hasta la habitación que tuvo. La serie Crown nos la hizo creíble. Antipática, poco madre, amante del poder y, secretamente, pensamos que su pobre hijo Carlos nunca sería rey. Ha llegado su día con 70 años de retraso En estos días sabremos más detalles de su real majestad a quién no podía tocar casi nadie. Entre nubes rosas, hemos visto a la bonita y desgraciada lady Di, que nos conquisto con sus ojos tristes. Por supuesto a Carlos, no teníamos palabras suficientemente despreciativas para contar su relación con la joven princesa, que se consumió de pena y desamor mientras su esposo seguía con su amante Camila. Estas historias de reyes y princesas son un poco sofocantes. La dignidad, la pureza de sangre, el honor, la realeza y todo ese conjunto de palabras que nos suenan tan huecas, son la historia de Europa. Para mantener el poder, las bodas siempre fueron pactadas, los secretos guardados y la degeneración papable. Débiles, feos, indecisos. Todo cambio con la sangre nueva que dejó de ser azul para convertirse felizmente en roja. La raza mejoró y la belleza también, aunque aún quedad rastros del pasado en las casas reales.
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