Antes, a los suicidas no se les enterraba en los cementerios, porque se consideraba tierra santa y el suicidio no es santo. Me pregunto dónde van tantos supuestos suicidas, circunstanciales, que se tiran de un balcón de su casa, o de un hotel, o al cruzar la calle confiados y resultan arrollados por un coche. Los que viajan en un avión, también están en peligro. El avión puede inexplicablemente estrellarse. Estos actos cotidianos son dudosamente reales, pero no pasa nada. Una mayoría de los suicidas inesperados, tienen en su pasado cercano, un amigo que es el rey del mundo. El gobierno de Putin ha puesto de moda estas muertes instantáneas, disfrazadas de casualidad. Difícilmente podemos pensar que el jefe de mercenarios, Jevgeny Prigozhin, que luchó contra Ucrania y luego se negó a seguir, muriese en un accidente fortuito a 300 kilometras de Moscú. El jefe de Wagner pensaba hablar con su superior Putin para poder recolocar a sus mercenarios en otros lugares en guerra, como África y Oriente Medio. Desgraciadamente esta conversación no tuvo lugar por el accidente del avión. Ser amigo de Putin se está convirtiendo en un auténtico problema. Además, el mandatario ruso -cada vez más grueso por sus numerosos chalecos de combate a prueba de balas- no asistió al funeral. Un funeral que hubiese merecidos ciertos honores. Prigozhin fue enterrado, en total silencio y secreto, en la ciudad de San Petersburgo.
Boris Berezovsky, magnate del círculo cercano a Boris Yelseysein, tuvo un “pequeño” conflicto con Putin, se exilió al Reino Unido y casualmente se le encontró muerto en el cuarto de baño. Otro amigo de Putin, ex agente de la KGB, tres semanas después, fue envenenado con polonio, tomando un té en Londres. La lista de suicidas ocasionales es numerosa. Muy publicitario en medios de comunicación, el asesinato de la periodista Anna Poltkóskay en 2006, y en el mismo año, el presidente ucraniano Viktor Yanukóvich, envenenado con dioxina. Según el fiscal de Ucrania “esa clase de dioxina solo puede elaborarse en Rusia o en EE.UU”.
Protestar por la guerra de Ucrania le supuso al empresario del petróleo Luknil Ravil Maganov, caerse por la ventana en un hospital de Moscú. El vicepresidente de Gazprombank, uno de los tres bancos más importantes de Rusia, Cladislav Avaer, apareció tiroteado. Supuestamente mató antes a su mujer y su hijo, luego se suicidó.
Un chamán -imagine lo difícil y comprometido meter a un chamán en política- ayudó en la muerte de Subbotin. El infeliz buscaba en el brujo un medicamento para la resaca. Ya no se emborrachó más. Leonid Shulman se cortó las venas en su cuarto de baño y Mikchal Fridman, empresario millonario, apareció ahorcado en su jardín. Otro empresario, Vasily Melnikov, murió con su familia de un modo reiterativamente repetido. Mató a su familia y después se suicidó… Así cientos de “amigos” de Putin desaparecieron en extrañas circunstancias. Es claro que la amistad con el líder ruso es un preámbulo al patíbulo.
Podía seguir llenado folios de estos suicidios que tienen un punto en común: “amigos” de Putin.
Qué miedo sentir esta cercanía. Si uno estornuda a destiempo o se enfada porque le han puesto el teléfono en otro lugar de su mesa de despacho, también es candidato a una copa de veneno.
Las causas de las muertes inesperadas son una normalidad en la tierra de los zares. Enfrentarse a el Sr. Putin, gigante del poder mundial, es como jugar con el lobo de Caperucita Roja. Siempre puede comer el lobo a la niña si, por casualidad, tiene hambre.
Mientras el mundo manda armas a Ucrania, el presidente ruso, sin mover un musculo, puede liquidar a sus propios soldados por casualidad.
Creo que estamos alimentando a la bestia o bestias, con litros de sangre joven. Los adolescentes que van a la guerra, difícilmente volverán a ver a sus parejas.
La guerra animaliza los corazones en Ucrania y en el mundo entero. La tierra está ensangrentada por la guerra en Bierkina Faso, Níger, Túnez, Birmania, Somalia, Kenia, Siria, Yemen, Ruanda, Colombia… Intente poner el dedo en un país que no tenga guerra. Los pocos que se salvan tienen guerrillas internas muy feas para llegar al poder.
Hay una frivolidad que me llama la atención. La vicepresidente del país siempre está impecable. No repite modelo y, sin duda, le acompaña una peluquera. Una anécdota intrascendente en este mundo tan corrompido.