Una amistad que lleva al suicidio

Una amistad que lleva al suicidio

Antes, a los suicidas no se les enterraba en los cementerios, porque se consideraba tierra santa y el suicidio no es santo. Me pregunto dónde van tantos supuestos suicidas, circunstanciales, que se tiran de un balcón de su casa, o de un hotel, o al cruzar la calle confiados y resultan arrollados por un coche. Los que viajan en un avión, también están en peligro. El avión puede inexplicablemente estrellarse. Estos actos cotidianos son dudosamente reales, pero no pasa nada. Una mayoría de los suicidas inesperados, tienen en su pasado cercano, un amigo que es el rey del mundo. El gobierno de Putin ha puesto de moda estas muertes instantáneas, disfrazadas de casualidad. Difícilmente podemos pensar que el jefe de mercenarios, Jevgeny Prigozhin, que luchó contra Ucrania y luego se negó a seguir, muriese en un accidente fortuito a 300 kilometras de Moscú. El jefe de Wagner pensaba hablar con su superior Putin para poder recolocar a sus mercenarios en otros lugares en guerra, como África y Oriente Medio. Desgraciadamente esta conversación no tuvo lugar por el accidente del avión. Ser amigo de Putin se está convirtiendo en un auténtico problema. Además, el mandatario ruso -cada vez más grueso por sus numerosos chalecos de combate a prueba de balas- no asistió al funeral. Un funeral que hubiese merecidos ciertos honores. Prigozhin fue enterrado, en total silencio y secreto, en la ciudad de San Petersburgo. Boris Berezovsky, magnate del círculo cercano a Boris Yelseysein, tuvo un “pequeño” conflicto con Putin, se exilió al Reino Unido y casualmente se le encontró muerto en el cuarto de baño. Otro amigo de Putin,...

El corazón del emperador

Desde niña creí las palabras del principito de Saint Exupèri: “Solo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible para el alma”. Muy romántico pero equivocado. Estos días, he sufrido una de las decepciones mas grandes, fruto de mi ignorancia. El corazón no es rojo sino blanco. He visto, con muy poca devoción y gran minuciosidad, el corazón del emperador de Brasil Pedro I metido en un gran tarro de formol  desde hace 200 años. Como no es un corazón vulgar, está resguardado dentro de  una urna de oro. Estos pormenores los he seguido por TV, con numerosos comentarios peregrinos. Un equipo de Médicos estudió el órgano para saber si estaba en condiciones de efectuar  largo viaje de Portugal a  Brasil, para asistir a los actos conmemorativos de la independencia de Brasil.  El imperial corazón hizo el trayecto en un avión de las Fuerzas Armadas brasileñas, acompañado de tres autoridades y el alcalde de Oporto El corazón no sufrió ningún infarto y llego a la base aérea de Brasileia donde fue recibido, con honores de jefe de estado, por el presidente Bolsonaro y su esposa. Con cara seria, como requería el acto, fue conducido, bajo una fuerte seguridad, hasta el palacio de Itemari. Por el camino, como en nuestro país en tiempos de Franco, muchos niños agitaban banderitas de papel y hasta vi auna mujer brasileña  con  lágrimas  en los ojos, recordando  el cariño de un emperador que nunca conoció. Secretamente -más bien lo sabe todo el país- con este acto Bolsonaro quería ganar votos para las próximas elecciones. Lulla da Silva le supera en miles de...

Esa mujer “protagonista”

Felicidad. Éxito total. La Cumbre de la OTAN, celebrada en Madrid, ha contado con treinta países aliados en el inicio oficial. Cuatro eran mujeres. El dato supone una gran desigualdad en los organismos internacionales. Las cuatro “estrellas” -tristemente con comillas, por excepcionales- han sido Mette Frederiken, primera ministra de Dinamarca; Katrina Jokobsdóttir, primera ministra de Irlanda; Kaja Kllas, primera ministra de Estonia y Zuzana Caputova, presidenta de Eslovaquia. Este acto político, de gran envergadura para la mujer, es un continuará de despropósitos. En la foto oficial, hasta los colores que destacan entre los trajes grises, “están fuera de lugar”. Las otras damas, acompañantes de los mandatarios mundiales, fueron agasajadas por la reina Letizia, con pruebas de aceite de oliva, baile flamenco, una demostración de cómo se hacen las pelucas de la ópera -también asistieron a un ensayo de Nabuco– y cómo se confeccionan vestidos de teatro y se infla el vidrio. Todo un programa “feminista”. Continuará. Esta palabra gusta mucho cuando la película ha parecido perfecta o el libro magnifico. Sin embargo, las obras han de ser únicas, sin necesidad de segundas partes. En la política pasa igual. Todos los partidos quieren escribir una nueva página, pero, por más que lo deseen (¿?), no saben pasar página y volver a empezar. A veces, para entender un cuadro, hay que mirarlo continuamente, hasta que los colores entran limpios, sin mezclarse borrosos en un vértigo de vacío. Pocos entienden de pintura.  El continuismo es el protagonista mundial. Ser capaz de romper la línea recta y arriesgarse a la innovación de una curva, es tan delicado que los políticos prefieren un punto...

No a la guerra

De nuevo estamos en guerra. Pero ¿cuándo hemos tenido paz? Ahora es Ucrania, antes ha sido Afganistán, Yemen, Siria, miles de aldeas y pueblos de África y Asia. Siempre hay guerra, siempre hay volcanes que se enfadan con la tierra y, siempre, nos olvidamos de los que están (siguen estando) debajo del volcán. No se han solucionado sus problemas, pero somos olvidadizos y nos ponemos al frente de un nuevo proyecto que no va a ningún sitio. “No a la guerra”. Cuántas veces hemos dicho las mismas palabras. Cuántas veces hemos ido a manifestaciones pidiendo paz, reivindicaciones feministas, libertad en el amor. Cuántas veces hemos pedido ayuda para los refugiados. Cuántas veces nos creemos profetas en una tierra de nadie. Cuántas veces hemos criticado a los políticos. Cuántas veces hemos gritado contra la corrupción. Cuántas veces… Miles de veces. No sé qué podemos hacer, porque juntos hemos hecho este mundo distorsionado donde gritamos paz y miramos, por encima del hombro, a todos los indigentes que van aumentando en nuestra vida cotidiana. Sé escribir, pero no sé solucionar. El mundo no ha cambiado y nosotros tampoco. Napoleón puede ser Putin y Robespierre el presidente de los EE.UU. Lo único que cambia son los vestidos y los decorados. Somos la multitud desgreñada y chillona que estaba en la Bastilla. Somos los que asistimos impasibles a un “juicio de Dios” donde quemaban vivo a un inocente por no besar una cruz. Seguimos asistiendo a sacrificios de fuego de periodistas, lo único que han hecho es informar de las atrocidades que veían y, a esos corresponsables valientes, les pagaban sueldos de becarios. Somos...

Las concertinas de Venezuela

HACE muchos, muchos años, tantos que ni me acuerdo, estuve en Venezuela. Conocí una Caracas caótica para conducir en coche y el mayor aeropuerto de aviones privados del mundo. Estaba invitada a almorzar en casa de unos vascos exiliados y, como en todos los países y casas del globo, la TV estaba en un lugar de honor. Allí, al lado de La Guaira, mientras comía una bolita de una especie de pan típico, las migas se me cayeron de la boca. En la pantalla aparecía el rey Juan Carlos abucheado en la casa de Juntas de Gernika. Me pareció una especie de cómic o un corta y pega de broma. Ahora es Venezuela la que no me permite ver sin espanto la situación que viven. Desde entonces, he seguido los vaivenes de un país que no terminaba de asentarse en su tierra. Movedizo, iba cambiando de presidentes mientras los venezolanos -a mí me parecieron pacíficos- iban aceptando a sus mandatarios con la calma obligada, a veces querida y otras no querida, que supuestamente habían elegido. Cuando Nicolás Maduro subió al poder, el mundo se enteró de que había un señor que gritaba mucho y hablaba continuamente de un país bolivariano en el que mandaba. Nicolás Maduro fue la gran incongruencia de América del sur. Un reyezuelo que no permitía que nadie viera su castillo ni osara abrir una ventana para ver qué pasaba dentro. Venezuela, que había sido el país rico de América Latina, se encuentra ahora sumida en la pobreza. El chavismo trajo a Venezuela todos los errores de la economía: corrupción, deuda pública, criminalidad, tráfico de cocaína, miseria e...