Esos compañeros caprichosos

Seguro que no le entraba en la cabeza –hace años, porque ya es costumbre- que dentro del mismo partido hagan elecciones para elegir a su líder. Se muerden, insultan y despotrican, sin ser conscientes de que esta situación dura unos días, la temporada es muy larga y hay que convivir en armonía hasta las próximas elecciones. Ser como gatos y perros, mordiéndose y arañándose, no es un comportamiento ejemplar, pero hace tiempo que he dejado de pensar en lo que es oportuno o no en esta vida. Cada vez nos acercamos más a la igualdad –no femenina- sino animal. Esta mañana subiendo por las escaleras de la cuesta de las maderas de Portugalete, un señor iba con un perrito caniche que llevaba dos pasadores rojos puestos es sus coletas. El perro se agarraba a la barandilla con sus patitas y todos los que bajaban se quedaban mirando al gracioso animalito que disfrutaba como si fuera en un tiovivo. Detrás del can iba un niño precioso moreno con ojos verdes al que nadie miraba, aunque parecía un angelote bajado del cielo. La atención era para el animalito. Verán, me parece bien y me parece también bien que cada vez se vean más perros acompañando a sus dueños, pero siento que estamos demasiado obsesionados. He estado unos días en Málaga con mi hermana y su familia. Impresionante. Dos perros salchicha y dos gatos de angora eran los dueños de toda la casa. Cualquier sitio donde te sentaras había sido ocupado antes por los dueños del mobiliario. Yo -un poco escrupulosa- pasé verdadera angustia porque ninguna silla, butaca o cojín –ni siquiera...

Un cartel de fiestas sin Mari Jaia

En el bolsillo del hábito Son Valentina llevaba siempre a la Santa. En un programa de fiestas de mano, muy dobladito, guardaba la imagen de Mari Jaia. Y se la llevó a su país hace algunos años, convencida fervorosamente de que ella era la santa de Bilbao. Este año su imaginaria deidad, no está en ningún anuncio festivo, Me pregunto si se ha iniciado un cambio de los símbolos en la villa. Suena una campana mientras leo el periódico. En una página se anuncia el programa de las próximas fiestas de la Aste Nagusia. Sonrío recordando el Día Grande de hace unos años –no tantos- de Valentina –en la vida religiosa Sor Valentina- quien llegó a Bilbao hace un tiempo en un día de junio. Llovía y echaba en falta el sol de Uruguay. La madre general la trasladó a Bilbao, aunque era novicia, para que conociera un poco de mundo. Era muy ingenua cuando voló por primera vez en el avión. Vio tantas nubes que pensó en la posibilidad de encontrar un angelito sentado en aquel algodón blanco y azul. La maestra de novicias estaba un poco –o más bien un mucho- preocupada porque Valentina adelantaba muy lentamente en su adaptación conventual. Una mañana de agosto le llamó a su despacho: -Hermana, he pensado que hoy que es el día grande de Bilbao va a salir a hacer algún recadito y así ve el ambiente. Quiero que traiga unos caramelos de Santiaguito para que se cure la tos de Sor Inés. Sor Valentina aún sabía muy poco de la villa, fue bajando por Hurtado de Amezaga. Le encantaban...

Euskadi ha roto aguas

Es muy fácil criticar ahora –a toro pasado- a los nacionalismos y concretamente al PNV. Cierto que las críticas de estos días vienen de los perdedores pero la auténtica verdad es que el cambio ha llegado gracias al PNV. Estos días he oído a Xabier Arzalluz, uno de los políticos más brillantes que hemos tenido en esta tierra. Algunas de sus frases merecerían entrar en un diccionario de citas ilustres y leerlas de vez en cuando para pensar. Pues verán, allá por los años 2003 cuando se hablaba, criticaba y murmuraba sobre la postura del PNV respecto a una actuación nacional que salió adelante con el apoyo del partido, el político vasco dijo: “Euskadi ha roto aguas. Está de parto”. Nuevamente se repite este acto tan natural como la vida misma. Durante estos días, previos a la elección de Pedro Sánchez como presidente, el PNV ha estado en silencio, ese silencio que toda mujer antes de dar a luz espera expectante. Yo he tenido 6 hijos y les juro que en cada embarazo tenía más miedo porque sabía el dolor que me esperaba y aunque, como decía alguien, dar a luz es el único dolor de la vida que merece la pena, yo no pensaba esas cosas tan bonitas, sino que me angustiaba. Entonces no había epidurales ni partos sin dolor. Las contracciones y las dilataciones eran tal cual y cuando rompías aguas te entraba un pánico cercano a la muerte. Al menos a mí. Pues verán, el país ha estado sin respiración esperando que el PNV diera su sí para quitar de delante a Mariano Rajoy. La historia...

Siempre llueve y escampa

Casualidad o no, todos los años llueve en Semana Santa. Con serenidad, esperamos las lágrimas de los sevillanos, malagueños o vallisoletanos que se restriegan los ojos ante la imposibilidad de sacar sus pasos llenos de flores y velas. La verdad es que es mala suerte. Lo más triste es que se anulen las representaciones de la Pasión viviente. Verá, yo tengo un remordimiento que nunca he podido pedir perdón a quién se lo causé. Una noche de Televisión-no sé si llovía o eran las lágrimas de la madre del Jesús de Balmaseda- en una tertulia televisiva se planteó el tema de Semana Santa y las costumbres tradicionales. Hubo dos grupos de invitados. Los que creía en Dios – una era yo- y los ateos. Cada uno expuso sus razones. A mi lado estaba una señora feliz. Su hijo iba a ser Jesús en la representación viviente. Y allí se armó. Los tertulianos encontraron ridículo ese teatro y, además, vulgar. La mujer que había acudido al programa, creyéndose protagonista, empezó a mirar a todos con los ojos a punto de salirse de las órbitas. Su hijo, su hijo guapo, alto y moreno, se estaba cuestionando ante una pantalla de televisión. Si a mí me remuerde la conciencia es porque yo también critiqué aquel espectáculo. Cuando volvimos a casa en el coche de producción la mujer lloraba sin parar, vomitó y no veía la hora de llegar a su casa. Aquella noche no dormí, avergonzada, porque llegué a “presumir” con los no creyentes de aquella fantochada. Más de una vez he pensado en la frase de “quien se avergüence de mí,...

El Caganer

Las costumbres se pegan de unas comunidades a otras y es posible que en estos días en su Nacimiento haya tenido un caganer. Ese hombrecillo, con los pantalones caídos, que hace sus necesidades junto a una palmeta o detrás de un corral de gallinas de barro. El caso es que este año a mí me parece –sobre todo en Cataluña- que el caganer no hay que guardarlo. Es una figurilla del belén que ha adquirido una enorme actualidad, porque el caganer existe. Con todo el respeto de que soy capaz, pienso que Carles Puigdemont tiene muchos ingredientes para ser el caganer.  Se ha ido de su tierra para que no le cojan y le metan en la cárcel y ha dejado que algunos de sus compañeros entren –como unos soldados del rey Herodes- en las mazmorras. Pienso que no ha hecho grandes esfuerzos para sacarlos, mientras él desde Bélgica hace proclamas como si fuera un soldado de los tercios de Flandes. Claro que estos discursos los dirige a sus partidarios desde la TV, sin salir de los límites belgas, no sea que algún despistado lo meta en una excursión prohibida y lo saque del país como un trásfuga. Lo más extraño de este señor -instintivamente lo veo como el caganer- es que, además, pretende gobernar a su posible y fantástica republica catalana desde Bélgica. Yo creo que tiene el síndrome de honorable. Un título que se ganó a pulso Terradellas, primer presidente de la Generalidad restaurada, que incluso era Marqués de Tarradellas, mención otorgada por el Rey Juan Carlos. En fin, estas Navidades Catalanas nos han hecho un Belén...