Descansar antes de estar cansado

Tengo tres relojes. Los tres se han quedado sin pila y no funcionan. Las pilas son un poco especiales y no se pueden poner en cualquier relojería. Así, con esta disculpa, he ido perdiendo las horas con el mañana que iba a llevar los relojes. Como son bonitos, durante estos días, me los he puesto de adorno, pero ayer fue trágico. Fiándome del móvil, puse una hora –7.45– para despertar y me equivoqué con otra hora. Tenía que haber marcado 6.45. Llegué tarde a un acto cultural y me sentí profundamente avergonzada porque no tuve tiempo ni de elegir la ropa apropiada, maquillarme y peinarme bien. El resultado fue nefasto. Había quedado a la puerta del teatro con mis amigas y, cansadas de esperar, entraron tarde en la sala y preocupadas, porque no sabían qué me había pasado. Además, me encontré a gente que no había visto hace años. Por supuesto, fui de cabeza por mi falta de cabeza. Como una luz en pleno día, he descubierto la razón; estoy dentro de una inmensa torre de pereza que me oculta la realidad. Llevo un tiempo diciendo lo que voy a hacer, los proyectos que tengo y a los compañeros que mañana voy a llamar. También he observado –me he observado– que se me ocurre iniciar historias por la noche. Y siempre tengo una vocecita interior con cara de diablillo que me dice: cierra el ordenador y descansa si no mañana no podrás hacer nada. Y me creo esta supuesta obligación y, «justificada», me voy a la camita tan tranquila. Mañana. Mañana es la palabra de oro. Todo lo haremos...
La vida en una cadena

La vida en una cadena

Cuando pasen miles de años, igual la Tierra vuelve a enfadarse y se abrirá en el mismo punto que se ha cerrado. Quizás entonces, aparezca la muñeca de Clara que se quedó sentada en el jardín viendo cómo un gigante la robaba para hundirla en la profundidad del mar. Clara se ha quedado en una esquina de la playa y mira con ojos vidriosos el final de su muñeca y de tantas muñecas aplastadas por el volcán. Ella no sabe decir qué siente. Sus vivencias son cortas, de niña. Nunca pensó que la montaña le iba a comer su casa, sus flores, su camita. Todo se lo ha llevado el volcán en un borbotón de rabia. Pienso en tantos niños y niñas que han visto su mundo sepultado dentro de las entrañas de la Tierra. Los habitantes de La Palma deben de estar ahogados de tantos abrazos y solidaridad que les mandamos. La pena es que son solo palabras y las palabras no sirven de nada. Saber la verdad no soluciona las incógnitas. En estos días de incertidumbre, la Tierra les echa de su lecho. Quiere ocupar ella sola la isla, por eso ha empezado a gritar desde el cráter del volcán. Sus alaridos ardientes han comido las casas que había cobijado con su presencia de paz. Pensaban que la montaña de fuego solo les iba a trasmitir el calor amoroso de su corazón. Los latidos de la Tierra han estremecido a los habitantes de la isla que, asustados, han abandonado sus cosas y no saben si quedará un lugar para permanecer, impotentes, viendo cómo todo desaparece para convertirse...

El eterno principio del Padre Scheifler, por Carmen Torres Ripa

Quisiera «estar» y «acompañar» a este querido maestro, como él me acompañó en mi vida. El tiempo, además de sabiduría, puso al Padre Scheifler en un lugar destacado de mi memoria porque en los momentos tristes y alegres él estuvo cerca. Bodas, bautizos y funerales familiares siempre fueron bendecidos por su presencia. Cumplió años en julio, tantos años que ya se salió del siglo. Tenía 101 años y la muerte lo ha encontrado en Loiola. Quizá su ángel de la guarda quiso llevarle a este lugar santo donde nació el fundador de la Compañía de Jesús. El año pasado, cuando llegó a los cien, con mi hermano Javi, le llevamos fotos de otro tiempo en que él y nosotros estábamos más jóvenes. Conservaba la misma sonrisa que el día que le conocí, yo tenía 15 años. Ahora que se ha ido –gracias a un delicioso libro que ha escrito mi hermano Javi, Días de lluvia– he vuelto a leer las palabras que dijo en el funeral de mi madre. El Padre José Ramón nunca hablaba por hablar. Sus homilías nada tenían que ver con las disonantes palabras, llenas de vieja y caduca moralina, que se escuchan en los funerales. «Cuando el dolor es, en estos casos, tan personal e intransferible, ante quien lo sufre –nos dijo–, los demás lo mejor que podemos hacer es «estar» y «acompañar», preferentemente en este silencio solidario que no quiere restregar más la herida». Allí estuvo con nosotros, junto a mis siete hermanos, que no sabíamos lo que era quedarse huérfanos. Ahora, en este ahora lleno de silencios y miedo, somos cinco y los cinco recordaremos siempre que él casó a Jesús, el primero en...
Vuelta al cole en bañador

Vuelta al cole en bañador

Mi sobrina Nerea, el día que fue por primera vez al cole, al volver a casa dijo a sus padres: –Pues muy bien, ya he estado en el cole. Con esta frase escueta quería decir que ya lo había visto y que al día siguiente se pensaba quedar tranquilita jugando y pintando en su habitación. Muchas veces recuerdo está anécdota que repetiríamos en muchas ocasiones. –Lo he visto, dejadme en paz. Pero, queramos o no, siempre llega septiembre, los uniformes, los libros, los cuadernos; y para los padres la eterna vuelta a las ocupaciones del año. Recuerdo que cuando fui a trabajar –no tenía ni idea de qué era una redacción de periódico– me sentaba en una silla, leía la prensa del día y, como veía que muchos se iban (a tomar un café o hacer un reportaje, por supuesto), pues yo me marchaba también. Lo hice dos días con total normalidad hasta que mi hermano Javi me preguntó: –¿Qué horario tienes? –Pues… –le contesté– voy, estoy un rato y me marcho. Creo que los gritos aún quedarán por alguna calle de Portugalete. Eso no es trabajar, me contestó escandalizado. Pero luego aprendí, como Nerea, que al cole y al trabajo hay que ir todos los días, aunque haga sol. La vuelta a la realidad del año en nuestra tierra tiene el calendario cambiado. Estamos sacando del armario la ropa de faena y tenemos en un cajón el bañador del verano sin estrenar. El calor se ha presentado cuando ya no podemos ir a la playa. El día cada vez tiene menos horas de luz y la luz es...
Leonardo

Leonardo

Érase una vez un matrimonio con tres hijos. El cabeza de familia, Pepito Pérez, por ejemplo, después de pensarlo mucho, decidió que su corazón y sentimientos eran de mujer y pidió el cambio se sexo. Por mandamiento judicial tuvo que vivir dos años con su mujer, y los niños aceptar que, por arte de magia, tenían dos mamás. Pasó el tiempo y el cabeza de familia Trans se marchó de casa. Y entonces vinieron los problemas. La esposa descubrió que ella era lesbiana y le gustaban las damas. La verdad, y lo siento, es que no sé el final de esta historia realmente complicada. Desde el dial 29 de junio, el gobierno ha aprobado el anteproyecto de la polémica ley Trans que ha enfrentado al ejecutivo durante meses. En la nueva ley se aprueba el cambio de sexo y nombre en el Registro civil. Esta primera ley del ministerio de Irene Montero asegura que “estamos ante un día histórico, tras más de 15 años sin avances legislativos en esta materia”. Pues, verá, este cambio de sexo se puede hacer sin pruebas ni informes médicos. Además, no será necesario hormonarse. La edad fijada para ejercer estos derechos es los 14 años, pero desde los 12 el niño o la niña puede empezar a comunicar su deseo de cambiar las faldas por el pantalón sin que resulte un escándalo. La ley prevé que pueda haber un cambio de deseos del niño-a Trans. Esta eventualidad está prevista, y hay posibilidad de reversibilidad por un espacio de seis meses, que facilita el poder volver al género original. Me pregunto si con tan corta...
Espérame en el cielo, Theodorakis

Espérame en el cielo, Theodorakis

El privilegio de ser periodistas te permite llegar a personas que ni en sueños podrías acercarte. Ha muerto con 96 años Mikis Theodorakis. Es difícil admirar tanto a un hombre como estaba el músico griego en mi altar interior. Cuando estuvo Theodorakis en Bilbao, su mundo me recordó a una parte secreta de mi mundo. Había estado encarcelado, torturado, exiliado y enterrado vivo dos veces. Era el símbolo de la lucha por la democracia, la voz del pueblo que desde Grecia puso música a la paz. Se ha hecho un silencio muy largo en Atenas para despedir al más grande compositor griego. Cuando paseé por la Gran Vía con el brazo del músico griego sobre mi hombro, me sentí orgullosa, feliz de ser la única mujer que podía disfrutar de aquel hombre vestido con tonos verde oliva, grande como un dios griego. Me olvidé de mis timideces y le dije que me había hecho amiga de Oriana Fallaci, después de ir a Grecia, le hablé de su novela Un hombre y le confesé que el poeta asesinado, Alekos Panagulis, el amante de Oriana, me recordaba una etapa de mi vida y que yo también escribiría algún día un libro, recordando su ausencia. Me besó en la frente y sentí sus rizos grises que se agachaban hacia mi cara. Iba a dar un concierto en el Arriaga aquella noche, y me dijo: “La segunda canción que voy a interpretar será para ti. Te lo prometo y quiero que la sientas en tu corazón porque la voy a cantar con mi alma”. Era Kaimos. Escribió en mi cuaderno el nombre en...