El Caganer

Las costumbres se pegan de unas comunidades a otras y es posible que en estos días en su Nacimiento haya tenido un caganer. Ese hombrecillo, con los pantalones caídos, que hace sus necesidades junto a una palmeta o detrás de un corral de gallinas de barro. El caso es que este año a mí me parece –sobre todo en Cataluña- que el caganer no hay que guardarlo. Es una figurilla del belén que ha adquirido una enorme actualidad, porque el caganer existe. Con todo el respeto de que soy capaz, pienso que Carles Puigdemont tiene muchos ingredientes para ser el caganer.  Se ha ido de su tierra para que no le cojan y le metan en la cárcel y ha dejado que algunos de sus compañeros entren –como unos soldados del rey Herodes- en las mazmorras. Pienso que no ha hecho grandes esfuerzos para sacarlos, mientras él desde Bélgica hace proclamas como si fuera un soldado de los tercios de Flandes. Claro que estos discursos los dirige a sus partidarios desde la TV, sin salir de los límites belgas, no sea que algún despistado lo meta en una excursión prohibida y lo saque del país como un trásfuga. Lo más extraño de este señor -instintivamente lo veo como el caganer- es que, además, pretende gobernar a su posible y fantástica republica catalana desde Bélgica. Yo creo que tiene el síndrome de honorable. Un título que se ganó a pulso Terradellas, primer presidente de la Generalidad restaurada, que incluso era Marqués de Tarradellas, mención otorgada por el Rey Juan Carlos. En fin, estas Navidades Catalanas nos han hecho un Belén...

La vida. Cada uno la vive como puede, creo que no tenemos que criticar tanto las actuaciones de los demás.

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Con el simple roce de un puñado de deseos vulgares puede romperse la más bella cristalería de deseos heroicos.

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Estamos paseando por las nubes y lo que necesitamos es pisar el suelo para conseguir un amplio acuerdo político que recoja las reivindicaciones y principales preocupaciones de la mayoría de los votantes. 

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