Sin cartas ni números romanos

Sin cartas ni números romanos

Escribir con pluma es permanecer. Las letras del ordenador se borran con un movimiento del dedo, pero la tinta se fija al papel. Es un siempre con una nota de eternidad. Queda lo que se puede tocar, acariciar, sentir. Con el tiempo vas viendo como el pulso tiembla y las letras se parecen -aún más endebles- a las que aprendimos cuándo éramos niños. Dibujábamos la O, la A y la E siguiendo las líneas nubladas de la letra maestra que íbamos copiando con nuestro lápiz encima. Recuerdo ser mayor el día que tuve un tintero de loza blanca adosada al pupitre. La monja, cuando se terminaba la tinta de color morado, nos lo volvía a rellenar. Mi padre guardaba las libretas de caligrafía de mi madre. Eran unos cuadros preciosos. El principio de todo lo que escribo tiene que empezar en un cuaderno o en un folio blanco. Cada mañana siento cómo mis manos van perdiendo la firmeza sobre el papel, pero sigue embrujándome ese instante de desenroscar la pluma y ver lo que quiero decir en un papel sin estrenar. Me da igual que sea rayado, cuadriculado o milimetrado. Después me atrapa la tecnología y sigo tecleando las letras en el ordenador, casi avergonzada, porque los libros más bonitos que hemos leído en nuestra vida se escribieron a mano. Pienso en Cumbre borrascosas, Emily Bronte escondía debajo de la cama sus cuadernos. Una mujer no podía perder el tiempo con historias irreales. Todo cambia. Hoy es difícil imaginar la vida sin ordenadores ni móviles. Cierto que nos gustaría cambiar unas líneas de wasap por letras reales escritas en...
Además del covid

Además del covid

Guillermo, mi sobrino, se ha ido al más allá con 41 años. El bicho que le ha comido la vida se llama cáncer. Se ha tragado lentamente hasta la última partícula de su cuerpo. No se quejó nunca. Había vivido a tope, como mi hermano Jesús que se fue con un quad al cielo, unos días después de cumplir 50 años. Abrazado a su hija Leila, la princesa del espacio, y a su mujer. Era de madrugada. Su presencia se quedará con toda la familia y un montón de amigos que hemos arropado con amor su adiós. No se pueda hacer poesía de la muerte, aunque a mí, para despistar, me guste llamarla la dama del alba. Pablo D´Ors -filósofo y sacerdote- dice que nos da miedo morir porque no hemos vivido en plenitud. Guillermo ha vivido la plenitud de sus cuarenta años, una etapa donde normalmente empieza la madurez. Leila está en paz. No sabe que se ha quedado huérfana con once meses. Sé que su padre le sostendrá los bracitos para dar sus primeros pasos, porque todos nos hemos quedado desorientados. Karmele, su madre, Miriam, su hermana…Desolador. Mi nieta Carola es casi igual que Leila. Ninguna de las dos ha cumplido un año.   *La primera Navidad de Carola La sangre sevillana de Ángela y la vasca de mi hijo Dani han hecho a Carola preciosa. En estos meses pasados, mientras la esperábamos, creía que, con ese nombre saleroso, el bebé iba a nacer con un par de claveles rojos plantados en la cabeza. Pues verá, claveles reventones no tuvo, pero si unos ojos azules preciosos. La primera...

Dios me perdona

Cuando sentí la bendición de Dios note que El me pedía arreglar el lío que tenía en la cabeza. Me había perdonado pero quedaba un camino largo de expiación por lo más difícil que me faltaba por solucionar. Algo que tenía que haber hecho hace muchos años y fui retrasando porque es más fácil meter la cabeza dentro de la tierra y no ver. Siempre he sido una inconsciente que pide a los demás que le solucionen los problemas, pero los problemas son míos exclusivamente. Quiero creer que no toda la culpa es mía. Se veía venir y ya ves, ahora quisiera terminar y olvidar. Que la memoria se borrara para no pensar. Pasar la pelota a otro y decir que no me he dado cuenta, que no he visto lo que pasaba. Pero ya no puedo esperar más. Es el tope de tiempo que tengo para solucionar mi futuro de vida. Pienso en mis padres y veo repetida en mi su historia. Estoy a tiempo de tomar el toro por los cuernos y decir: hasta aquí hemos llegado. Ya no pasarán más. Mi tope ha llegado y mi aguante también. Tu sabes que echaré de menos la ayuda. Tu sabes que hubo un tiempo en que la necesité, tu sabes que por comodidad he seguido este calvario que no me llevaba a ningún sitio y ahora voy a pagar las consecuencias. Me estoy jugando el futuro en una partida en la que yo sólo juego, yo sólo pierdo y yo sola gano. Ya nadie puede ayudarme. Tengo que aprenderme de memoria lo que quiero decir, no quiero equivocarme....